El domingo se escucharán los primeros pitazos y gritos en Qatar, y muchísima gente gozará los partidos y goles de la Copa Mundial de la FIFA.
Más allá de la alegría, los grandes eventos deportivos bien manejados son una gran oportunidad de desarrollo para las ciudades y países sede, contribuyendo a fuentes de empleo, intercambio cultural, cohesión social y, en últimas, a la Agenda 2030 y sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Mal manejados, son un caldo de cultivo para la corrupción. Destruyen la confianza entre la ciudadanía y la administración pública, entre los negocios y los consumidores. Destruyen la confianza que cualquier sociedad necesita para progresar y prosperar.
México, EU y Canadá (y particularmente sus 16 ciudades sede) tienen la gran oportunidad para aprovechar el Mundial en 2026 al máximo, incluyendo activos tangibles (por ejemplo, los estadios, la infraestructura de transporte y la hotelería), el conocimiento humano y el capital social como el espíritu del voluntariado.
Es más, tienen una oportunidad como pocas para dejar un legado de buen gobierno, convirtiendo la organización del espectáculo en un laboratorio para diseñar, experimentar y perfeccionar nuevas estrategias anticorrupción y de mitigación de riesgos.
El trío de pueblos tuvo un buen empujón dentro del mismo proceso de selección —ya un caso de estudio— de los buenos —del ‘Informe Global sobre Corrupción en el Deporte’ de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC). Allí se destacan las mejoras en términos de objetividad, participación y transparencia.
Igualmente, vale la pena notar que la FIFA se comprometió a seguir las normas mundiales de gestión de eventos sostenibles (ISO 20121) y los principios rectores de las Naciones Unidas sobre empresas y derechos humanos que se extienden a proveedores de bienes y servicios.
Antes de que los juegos arranquen en CdMx, Guadalajara, Monterrey y las otras metrópolis sede, las tres naciones y el gobierno de México recientemente miembro del comité directivo de la Asociación Internacional contra la Corrupción en el Deporte (IPACS) deben reforzar sus esfuerzos para que la lucha contra la corrupción sea una verdadera responsabilidad compartida entre lo público, lo privado y lo social.
Afortunadamente, hay instrumentos a su alcance. El mismo G20, al cual México pertenece, cuenta con sus principios de alto nivel anticorrupción en el deporte. Más concretamente, UNODC como custodia de la Convención de las Naciones Unidas ha producido una serie de herramientas. La ‘Estrategia de Salvaguarda contra la Corrupción en Grandes Eventos Deportivos’ es un ejemplo cuyas medidas prácticas emprenden de una completa evaluación de riesgo en la fase de planeación, utilizando la lista de control de prevención como el punto de partida.
Esperamos que el Mundial 2026 también sea una celebración de ética e integridad de las grandes que todas y todos podemos disfrutar.
Kristian Hölge*
*Representante de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito en México (UNODC México)
Vínculo de referencia: https://amp.milenio.com/opinion/kristian-holge/columna-kristian-holge/hacia-el-mundial-en-mexico