30 de julio de 2018
La trata de personas es un delito despreciable que se alimenta de las desigualdades, la inestabilidad y los conflictos. Los traficantes se sirven de la esperanza y la desesperación de la gente. Se aprovechan de las personas vulnerables, privándolas de sus derechos fundamentales.
Los niños y los jóvenes, los migrantes y los refugiados se hallan especialmente expuestos. Las mujeres y las niñas son un blanco reiterado. De lo que estamos hablando es de una explotación sexual brutal, incluida la prostitución involuntaria, el matrimonio forzado y la esclavitud sexual. También del espantoso tráfico de órganos humanos.
La trata de personas adopta muchas formas y no conoce fronteras. Demasiado a menudo, los tratantes de personas actúan con impunidad, y sus delitos no reciben la atención suficiente. Esto no puede seguir así.
Las Naciones Unidas están decididas a promover las medidas necesarias para que los tratantes respondan ante la justicia, a la vez que se apoya a las víctimas y se les brinda protección. Los derechos de las víctimas deben ser prioritarios, ya se trate de víctimas de tratantes, traficantes u otras formas modernas de esclavitud o explotación.
En su propuesta de un pacto mundial para una migración segura, ordenada y regular, que se aprobará en diciembre, los Estados Miembros también han demostrado que están decididos a prevenir, combatir y erradicar la trata de personas en el contexto de la migración internacional.
En este Día Mundial contra la Trata de Personas, debemos unirnos en torno a las cuestiones fundamentales, que son la prevención, la protección y el enjuiciamiento, a fin de construir un futuro en el que ya no haya lugar para este delito.