Mercancía falsificada: ¿una ganga o un error que se paga caro?

La producción y venta de productos falsificados es un problema mundial que moviliza miles de millones de dólares y tiene graves repercusiones económicas y sanitarias para los gobiernos, las empresas y los consumidores. El problema de la falsificación está en todas partes -puede afectar a todo lo que comemos y vemos, los medicamentos que tomamos y lo que llevamos puesto- y con demasiada frecuencia, en el afán de encontrar imitaciones a precios imbatibles pasamos por alto los vínculos que existen entre la mercancía falsificada y la delincuencia organizada transnacional.

La mano de la delincuencia organizada

La falsificación es un negocio muy lucrativo, ya que los delincuentes sacan partido, por un lado, de la gran demanda continua que existe de productos baratos y, por el otro, de sus bajos costos de producción y distribución. Se aprovechan de los consumidores incautos y de los que buscan ofertas y explotan su deseo de adquirir productos de marca a precios rebajados, o simplemente de su situación económica.

Si bien los costos son difíciles de cuantificar, y no incluyen daños no monetarios como las enfermedades y la muerte, la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos calcula que el valor de la mercancía falsificada se sitúa en torno a los 250.000 millones de dólares por año[1]. Mientras los falsificadores siguen obteniendo grandes beneficios, millones de consumidores están expuestos a productos inseguros e ineficaces.

Se trata de un problema verdaderamente transnacional. Según la Organización Mundial de Aduanas, en 2008 se descubrieron productos falsificados destinados a 140 países[2]. En muchos países la ausencia de legislación disuasoria alienta a los falsificadores, ya que no tienen tanto miedo de ser detenidos y procesados como el que tendrían al cometer otros delitos. Los falsificadores urden planes intrincados para ocultar sus actividades. Crean empresas ficticias y sociedades "de fachada". Se aprovechan de los puntos débiles del control de fronteras y de unos marcos reglamentarios precarios. También utilizan documentos falsos para obtener ingredientes farmacéuticos y equipo de fabricación con los que imitar productos auténticos.

Las redes delictivas que se dedican a falsificar productos actúan a través de las fronteras nacionales, entre otras cosas, fabricando, exportando, importando y distribuyendo productos ilícitos. La magnitud del fenómeno y los métodos ingeniosos utilizados constituyen un gran desafío para los agentes de la ley, ya que los falsificadores actúan con gran flexibilidad para poder imitar los productos y evitar ser descubiertos. A menudo las organizaciones delictivas están involucradas en otras actividades, además de la producción y el comercio de mercancía falsificada. Muchas de ellas también se dedican al tráfico de drogas y armas de fuego y a la trata de personas.

¿Una ganga, realmente?

Los falsificadores se dedican a la producción ilegal de imitaciones en casi todos los sectores: alimentos, bebidas, ropa, calzado, productos farmacéuticos, electrónica, piezas de automóviles, juguetes, moneda, billetes de transporte, entradas para conciertos, alcohol, cigarrillos, artículos de aseo, materiales de construcción y muchísimas cosas más. A menudo la tentación puede ser demasiado fuerte para los consumidores como para dejar escapar la oportunidad, y muchos de ellos no comprenden los riesgos ni las ramificaciones de esta industria ilícita. Comprar un bolso o unos jeans falsos, por ejemplo, puede no considerarse una operación ilegal, sino simplemente una manera menos costosa de ir a la última moda. Sin embargo, pocas veces se piensa que ese dinero puede terminar en manos de grupos delictivos organizados, o en el perjuicio que eso acarrea a las empresas que actúan legítimamente. La compra de productos farmacéuticos fraudulentos puede ocultar los riesgos que existen a largo plazo: hay numerosos casos de discapacidad y fallecimiento causados por medicamentos contaminados, y además esos productos contribuyen al aumento de las enfermedades resistentes a los fármacos. Incluso la compra de productos comunes como gafas protectoras o enchufes eléctricos copiados y reproducidos ilegalmente entraña riesgos considerables debido a su baja calidad. Los cigarrillos falsificados también conllevan numerosos riesgos; incluso son más perjudiciales que los auténticos, ya que pueden contener niveles mucho más altos de nicotina y otras sustancias químicas sumamente peligrosas como arsénico, benceno, cadmio o formaldehído.

Los delincuentes responsables de esas operaciones plantean graves problemas para todos los sectores de la sociedad: ponen en peligro la salud pública al producir medicamentos fraudulentos; privan al sector público de ingresos fiscales, ya que eluden los canales oficiales; hacen aumentar el gasto público, ya que han de asignarse más recursos a la labor de aplicación de la ley a fin de combatir ese comercio ilícito, y hacen que aumente el precio de los productos legítimos, ya que las empresas intentan, de ese modo, compensar sus pérdidas.

Más impuestos, más gastos, menos puestos de trabajo

Las ramificaciones de la falsificación afectan a todos, ya que los gobiernos, las empresas y la sociedad se ven privados de ingresos fiscales, beneficios empresariales y puestos de trabajo. La avalancha de productos falsificados y pirateados está sangrando la economía mundial, al generar un comercio clandestino que despoja a los gobiernos de ingresos necesarios para sufragar servicios públicos esenciales y los obliga a imponer mayores cargas fiscales a los contribuyentes. Las autoridades también se ven obligadas a gastar más recursos públicos en métodos de detección de fraudes y a aumentar los presupuestos de inteligencia y de policía para poder desmantelar los complejos sistemas y redes a que se enfrentan. Asimismo, los productos falsificados socavan el empleo, ya que la venta de productos copiados y producidos ilegalmente desplaza a la de la mercancía original y reduce la facturación de las empresas legítimas. Los medicamentos fraudulentos también influyen de manera directa en el aumento de los costos de atención de la salud debido a los períodos prolongados de tratamiento y las complicaciones que pueden acarrear en relación con la propagación de enfermedades que requieren tratamiento intensivo. Además, los precios de los productos legítimos aumentan porque las empresas han de reforzar sus sistemas de seguridad a fin de combatir las actividades delictivas organizadas y se ven obligadas a invertir más en investigación y desarrollo.

Prueba número uno: productos farmacéuticos falsos: se desarrolla una tragedia en el ámbito de la salud pública

Una de las formas más dañinas de falsificación son los medicamentos fraudulentos. En los últimos años se ha registrado un marcado aumento de la fabricación, el comercio y el consumo de esos productos, a menudo con resultados perjudiciales y en ocasiones mortales. Únicamente la venta de medicamentos fraudulentos desde Asia al Asia sudoriental y África asciende a unos 1.600 millones de dólares por año[3], cantidad considerable de dinero que se vierte en la economía ilícita. La Organización Mundial de la Salud calcula que probablemente hasta un 1% de los medicamentos que se venden en los países desarrollados son fraudulentos. La cifra se eleva al 10% en varios países en desarrollo, mientras que en algunas zonas de Asia, África y América Latina la cantidad de productos farmacéuticos fraudulentos asciende incluso a un 30% del mercado[4]. Según un artículo publicado a mediados de 2012 en la revista médica The Lancet, un tercio de los medicamentos contra el paludismo empleados en el Asia oriental y el África subsahariana son fraudulentos[5].

Las fórmulas farmacéuticas alteradas son especialmente peligrosas porque, o contienen una dosis incorrecta de ingredientes activos, o no contienen ninguno, o bien se ha usado un ingrediente completamente diferente. En algunos casos se han encontrado medicamentos fraudulentos que contienen sustancias sumamente tóxicas como veneno para ratas. Por otra parte, los medicamentos fraudulentos privan a los enfermos de tratamiento y los hacen vulnerables a la enfermedad que deberían combatir. Además, exacerban algunas de las enfermedades y virus más peligrosos, contribuyendo al desarrollo de cepas resistentes a los medicamentos al impedir la acción normal de los ingredientes activos. Las cepas más resistentes pasan después a otras víctimas y los medicamentos legítimos que estas toman para combatir la misma enfermedad no hacen el mismo efecto.

Puede fabricarse de manera fraudulenta todo tipo de medicamentos (tanto de marca como genéricos), desde analgésicos y antihistamínicos comunes hasta los llamados "medicamentos para mejorar la calidad de vida" como los que se toman para perder peso o tratar la disfunción sexual, pasando por medicamentos que salvan la vida como los fármacos para el tratamiento del cáncer y las cardiopatías. También suele falsificarse la medicación para el tratamiento de la depresión, la esquizofrenia, la diabetes, la presión arterial y el colesterol.

En el África occidental se ha registrado un aumento significativo de los medicamentos fraudulentos, entre ellos antibióticos, fármacos antirretrovirales y medicación para combatir enfermedades mortales como el paludismo y la tuberculosis. En Asia, región clave en lo que respecta a la fabricación de medicamentos legítimos, la producción de medicamentos fraudulentos parece ir en aumento. Según estadísticas de la Organización Mundial de Aduanas, alrededor de dos tercios de la mercancía falsificada (medicamentos y otros productos) descubierta en todo el mundo en 2008 se había despachado desde el Asia oriental[6].

Prueba número dos: alimentos fraudulentos: una comida mortal

Otro sector que siguen explotando los falsificadores, y que a menudo no se tiene en cuenta al hablar de productos fraudulentos, es el de los alimentos. Cada año se engaña a miles de consumidores en todo el mundo para convencerlos de que compren costosos alimentos fraudulentos. Una de las estratagemas preferidas de los delincuentes es etiquetar los productos erróneamente con toda intención y falsear la información para hacerlos pasar por artículos de lujo u originarios de determinados países y poder así subir los precios. Un cálculo reciente basado en datos del Organismo de Normas Alimentarias del Reino Unido[7] induce a pensar que el fraude podría afectar hasta al 10% de todos los alimentos comprados en ese país. Un ejemplo es el del salmón "salvaje", que, al parecer sería salmón de criadero en uno de cada siete casos.

No se trata simplemente de embaucar al público haciéndole creer que está comiendo alimentos de calidad superior. Para dar un solo ejemplo de la amenaza potencialmente mortal que plantea el comercio de productos alimenticios fraudulentos, cabe mencionar el caso de los miles de bebés que enfermaron en China en 2008 tras haber ingerido leche artificial contaminada con melamina, producto químico que suele utilizarse en el material plástico. Si bien está prohibido usar ese producto en alimentos, se agrega a la leche diluida con el fin de que, al analizarla, parezca que contiene más cantidad de proteína. Ese escándalo tuvo repercusiones en todo el mundo, ya que se temió que los productos contaminados pudieran haber llegado a Europa y otras regiones. También ha habido casos en que se han encontrado veneno para ratas y otras sustancias químicas peligrosas en alimentos fraudulentos, en lugar de otros aditivos legítimos más caros.

La cooperación internacional y el poder de los consumidores

El negocio de la falsificación es una operación mundial que abarca numerosos países y está organizada por redes delictivas transfronterizas. Para hacer frente a esos delitos es cada vez más necesario actuar tanto a nivel local como a nivel internacional. La Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional es el instrumento más inclusivo de cooperación de que se dispone para abordar el fenómeno. Actualmente son parte en la Convención 170 países[8], que se han comprometido a combatir la delincuencia organizada en los planos local e internacional colaborando entre ellos y velando por estructurar de manera apropiada su legislación interna. En octubre de 2012 la UNODC acogerá la Conferencia de las Partes en la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional. Esa serie de reuniones bienal congrega a gobiernos de todo el mundo con objeto de promover y examinar la aplicación de la Convención a efectos de hacer frente con más eficacia a ese problema internacional.

Organizaciones como la INTERPOL y la Organización Mundial de Aduanas son también fundamentales para combatir esa clase de delitos, sobre todo por el carácter transfronterizo de las operaciones que conlleva. El vínculo esencial que ofrecen entre los diversos organismos de aplicación de la ley es un buen ejemplo de la clase de actuaciones necesarias para poner freno a las redes delictivas organizadas transnacionales.

También es necesario que se tenga más conciencia de la magnitud del problema. Esa es una tarea que concierne a muchos: las organizaciones internacionales, las autoridades de salud pública, las organizaciones empresariales, los grupos de consumidores y los ciudadanos interesados pueden desempeñar su  respectivo papel y sensibilizar a la opinión pública acerca de los peligros que entrañan los productos falsificados para la salud y la seguridad. Por ejemplo, hay que hacer públicos los nombres de las empresas privadas que se hacen cómplices de ese comercio, nombrarlas y proscribirlas, y han de aplicarse con más rigor los códigos de conducta.

Los agentes de la ley también deben endurecer su postura ante los falsificadores, la que, en última instancia, debe ser respaldada por una legislación interna pertinente y exhaustiva contra la falsificación. La coordinación y la acción intersectorial a nivel internacional son vitales para descubrir, investigar y enjuiciar a esos delincuentes. Uno de los aspectos en que falta legislación en muchas partes del mundo es el de las farmacias irregulares de Internet, que operan casi con impunidad.

Los consumidores también tienen la responsabilidad de ejercer su influencia eligiendo los productos que compran. Si bien es cierto que muchas veces no pueden saber si los productos son adulterados, como en el caso de los medicamentos que contienen productos peligrosos, deberían abstenerse de adquirir un producto evidentemente falsificado. Las redes de falsificación podrán seguir funcionando -y seguirán haciéndolo- mientras los clientes apoyen esa forma de comercio ilegal.

Si usted es consciente de que una película ha sido copiada ilegalmente y se vende como copia pirata, no la compre. Si es evidente que la prenda que lleva su marca preferida no fue hecha por su diseñador preferido, rechácela. Además de esos productos obviamente falsificados, manténgase atento a otras señales de alerta. Si un medicamento que normalmente se vende con receta se puede obtener en Internet sin que lo prescriba un médico, ese producto podría ser nocivo para su salud, y el daño podría ser irreversible. Recuerde: esas compras pueden ahorrarle dinero a corto plazo, pero las pérdidas a largo plazo son mucho más costosas.

Descargo de responsabilidad:

La presente publicación es traducción de un texto que no ha pasado por los servicios oficiales de edición. Su contenido no refleja necesariamente la opinión ni las políticas de la UNODC, como tampoco las de las organizaciones contribuyentes, y no implica aprobación alguna. Las denominaciones empleadas y la forma en que aparecen presentados los datos no entrañan, de parte de la UNODC, juicio alguno sobre la condición jurídica de ninguno de los países, territorios o ciudades citados o de sus autoridades, ni respecto del trazado de sus fronteras o límites.

Fuentes


[1]   Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos, Magnitude of counterfeiting and piracy of tangible products: an update, noviembre de 2009. Figura en www.oecd.org/dataoecd/57/27/44088872.pdf. Esta cifra no incluye la producción y consumo de productos falsificados ni el gran volumen de productos digitales pirateados que son distribuidos via Internet. Si se añadieran dichos datos, la cifra total de productos falsificados a nivel mundial aumentaría en varios cientos de billones de dólares.

[2]   Organización Mundial de Aduanas: Customs and IPR Report 2008. Figura en www.wcoomd.org/files/1.%20Public% 20files/PDFandDocuments/Enforcement/IPR%202008%20EN%20web.pdf.

[3]   The Globalization of Crime: A Transnational Organized Crime Threat Assessment (Publicación de las Naciones Unidas, núm. de venta E.10.IV.6.2010). Figura en www.unodc.org/documents/data-and-analysis/tocta/TOCTA_Report_2010_low _res.pdf.

[4]   Organización Mundial de la Salud: Counterfeit medicines: an update on estimates. 15 de noviembre de 2006. Figura en www.who.int/medicines/services/ counterfeit/impact/TheNewEstimatesCounterfeit.pdf.

[5]   The Lancet. 2012. www.thelancet.com.

[6]   The Globalization of Crime: A Transnational Organized Crime Threat Assessment.

[7]   Kate Ravilious, Buyer beware, New Scientist, volumen 192, número 2577 (noviembre de 2006), páginas 40 a 43.

[8]   Véase: http://treaties.un.org/Pages/ViewDetails.aspx?src=TREATY&mtdsg_no=XVIII-12&chapter=18&lang=en.

Datos breves

Según la OCDE, las ganancias fruto de los bienes falsificados ascienden aproximadamente a 250 mil millones de dólares anuales. Asimismo, la Organización Mundial de Aduanas ha identificado productos falsificados con destino a 140 países.

Una de las formas de falsificación más perjudiciales son las medicinas fraudulentas, de las cuales sólo la venta de las mismas desde Asia hacia el Sudeste Asiático y África asciende a 1.6 mil millones de dólares al año.

Se calcula que un tercio de las medicinas contra la malaria utilizadas en Asia del Este y en el África subsahariana son fraudulentas.

Alrededor de dos tercios de las falsificaciones (de medicinas y otros bienes) detectadas en todo el mundo en 2008 fueron enviadas desde Asia del Este.

Las organizaciones criminales a menudo están involucradas más allá de la mera producción y envío de bienes falsificados, ya que muchas de ellas también trafican drogas, armas y personas.

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