Armas destruidas en pro de la vida


Un imán del tamaño de una cama king size desciende lentamente con un dispositivo de desplazamiento en el entramado de una siderúrgica en la población de Escuintla, a dos horas de la capital de Guatemala, Centroamérica. Al acercarse al suelo, cientos de armas de fuego agrupadas en una montaña adhieren a él. El imán las lleva hasta unas cucharas gigantes que a su vez las depositan en una piscina de metal líquido incandescente, a la que caen y desaparecen de inmediato.

El amasijo de fierros, conformado exactamente por 6.377 armas, tiene colores oscuros. Su apariencia da cuenta de la negra existencia que tuvieron como armas ilegales, incautadas durante 10 años de manos de delincuentes en Guatemala, por entidades oficiales de este país cuya geografía lo ubica en una difícil posición: entre los países suramericanos productores de coca y una gran plaza de consumo de cocaína en América del Norte.

El tránsito de las 200 toneladas de esta droga que se mueven anualmente, ha formado en Guatemala un camino de muerte y destrucción utilizado también para el tráfico ilegal de armas.

Estas razones llevaron a que la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) pusiera su atención en Guatemala y firmara en la mañana del 17 de marzo pasado, de manos del presidente de este país, Álvaro Colom, y del Director Ejecutivo de UNODC, Antonio Maria Costa, el inicio oficial de un programa nacional integral para el fortalecimiento de la ley, seguridad y justicia en Guatemala ( National Integrated Programme on the Strengthening of the Rule of Law, Security and Justice in Guatemala), con énfasis en las áreas de justicia penal, reforma policial, lucha contra la corrupción, control de armas de fuego, reforma carcelaria, crimen cibernético y trata de personas.

El programa apoya las actividades que lleva a cabo la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) y el Sistema de Integración Centroamericana (SICA), y se complementa con el próximo establecimiento de un Centro de Excelencia para la Investigación sobre Crimen Organizado, que instaurará allí UNODC.

El Centro apoyará el desarrollo de investigaciones aplicadas, la recopilación de datos y el análisis de tendencias sobre delincuencia, además de que servirá como espacio para la capacitación de autoridades nacionales y regionales sobre la lucha contra la delincuencia organizada. Será parte de una red regional de Centros de Excelencia, en particular sobre prevención de la delincuencia urbana (en El Salvador), seguridad marítima (en Panamá) y reducción de la demanda de drogas y reforma penitenciaria (en República Dominicana).


Antes pistola, ahora pupitre

La destrucción de las armas fue el importante acto simbólico que en la tarde del 17 de marzo de 2010 acompañó al lanzamiento del programa. Los lingotes resultantes serán procesados por la siderúrgica de Escuintla -una de las más especializadas a nivel Latinoamérica- para construir herramientas agrícolas, bancas de parques, pupitres de escuelas y/o para levantar un monumento; una determinación que el Gobierno guatemalteco está por tomar. Estos darán testimonio de la transformación de elementos destructores, en otros que promueven la vida.

Un grupo observador de Naciones Unidas acompañó la fundición, como parte de la transparencia del proceso que buscó el Gobierno guatemalteco y su Departamento de Control de Armas de Fuego. El grupo estuvo acompañado por la experta colombiana Luz Elena Restrepo, asesora del Área de Justicia y Seguridad de la Oficina UNODC en Colombia.

Luz Elena tuvo formación en Scotland Yard en análisis de inteligencia y recibió capacitación en investigación en la Academia Nacional del FBI, en Quantico, Virginia.  Trabajó con la Interpol en Lyon, Francia. Ella, una rubia menuda de 1,50 de estatura, revisó parte de las armas y asesoró el tema de la seguridad de la destrucción, que incluye el evitar que queden municiones dentro y exploten.

Para Luz Elena "todas las armas ilegales deberían fundirse. Es la única forma en que pueden desaparecer físicamente del entorno y evitar su potencial capacidad destructiva. En procesos de revisión en Colombia, por ejemplo, yo he encontrado armas de hasta más de 100 años de existencia que aún pueden funcionar y hacer daño. Qué bueno que además se transformen en herramientas para la vida.

"Mientras ves desaparecer esas 6.337 armas ilegales, mientras escuchas el crepitar del horno, sientes emoción porque ese mismo número de vidas y más se están salvando".