Rosi y su finca del futuro: "Cuando uno quiere, puede medírsele a todo"
Los primeros recuerdos de Rosicler "Rosi" Romaña se remontan a cuando tenía cuatro años. Era una niña risueña y menuda, con el pelo rizado típico de su raza negra, que acompañaba a su papá en los trabajos de desyerbar sus tierras bajo los 30 grados centígrados en San Andrés, Municipio de Riosucio, departamento del Chocó, en el noroccidente de Colombia.
"Eso era sólo selva y agua", cuenta Rosi, "pero mi papá alistó los terrenos y allí vivimos bien hasta que el conflicto armado nos desplazó". Rosi era aún pequeña cuando su familia tuvo que huir de la violencia de la guerrilla colombiana en los años 80. Se desplazaron a Belén de Bajirá, a una hora de allí, donde comparten fronteras los departamentos colombianos de Chocó y Antioquia. El primero, de marcada cultura afro-descendiente, como Rosi. El segundo, poblado mayoritariamente por habitantes de raza blanca y cultura de montaña.
Una década después, otros actores armados ilegales, esta vez grupos paramilitares, llegaron a San Andrés. El nuevo ciclo de terror y violencia hizo que Rosi, durante muchísimos años, no pudiera volver a la tierra que la vio nacer y donde había vivido una infancia feliz.
Se hizo adulta en Belén de Bajirá, bastión de gente abierta a los cambios y a la diversidad. Se abrió camino gracias a su tenacidad como trabajadora y su voluntad para superarse. Una de las actividades de Rosi fue vender 'chance' (tipo de lotería), pero para una madre soltera de cuatro hijos entre los 16 y los 12 años, el ingreso era insuficiente.
Cuando se enteró de que San Andrés había finalmente recuperado su calma, gracias a la presencia del Estado, Rosi tomó en herencia la finca de su padre. Las condiciones de abandono total de la finca no la desanimaron. Por el contrario, Rosi tenía 34 años cuando decidió apostarle a un futuro más seguro y se convirtió en líder Guardabosques.
El Programa Familias Guardabosques es una iniciativa del Gobierno de Colombia sin precedentes en el mundo por su tamaño y función. Desde el año 2002, ha venido trabajando con más de 100.000 familias, brindando incentivos económicos y acompañamiento técnico, social, ambiental y comercial para promover proyectos de desarrollo alternativo a corto, mediano y largo plazo. Su objetivo es eliminar los cultivos ilícitos promoviendo la cultura de la legalidad, así como la adquisición y el uso racional de tierras. Como su nombre lo indica, el programa contribuye directamente a la protección de los bosques, suelos y ríos de Colombia, el país más mega-diverso del planeta por kilómetro cuadrado.
Los Guardabosques son personas de diversas razas y etnias que voluntariamente han abandonado sus cultivos ilícitos para entrar en la legalidad, o que -como en el caso de Rosi- se encuentran en regiones geográficas o en situaciones socio-económicas con alto riesgo de protagonizar cultivos ilícitos o la producción y el tráfico de drogas.
El Programa Guardabosques es ejecutado por el Programa contra Cultivos Ilícitos de la Agencia Presidencial para la Acción Social y la Cooperación Internacional, y ha recibido desde su inicio el apoyo técnico de UNODC.
Rosi se levanta todos los días a las 4 de la mañana, reza el rosario y encomienda su jornada a Dios. Deja listas sus tareas domésticas y emprende el viaje de una hora entre Belén de Bajirá y San Andrés. Lo hace en los Jeeps Willys, llamados "caracaras" (face-to-face) por los habitantes de la zona, porque transportan pasajeros usualmente con su cupo más que lleno. "Uno siempre está 'cara a cara' con los demás", explica Rosi.
Apenas llega a su finca atiende a su marranita 'Valentina', a la que cuida con esmero porque está destinada para el grado de bachiller de su hijo mayor. Allí tiene cultivos de plátano y de cacao, desarrollados con el asesoramiento técnico de UNODC. El plátano le da la sombra necesaria al cacao, un cultivo altamente rentable pero que tarda varios años en empezar a producir. Por ahora, Rosi comercializa su producción de plátano mediante una línea de exportación con Banacol, una multinacional colombiana productora y exportadora de frutas y hortalizas. Con ésta y otras empresas, el Programa Guardabosques y UNODC abren mercados para colocar los productos de desarrollo alternativo, buscando líneas de industrialización sostenibles y promoviendo también campañas públicas y de responsabilidad social empresarial para promover el consumo de estos productos dentro del país.
Rosi maneja una agricultura limpia, sin agroquímicos. Ella sabe que su cacao tiene un futuro comercial sólido, pues se va a unir a otros campesinos para su industrialización y exportación. Los linderos de su finca los hizo con "teca" (Tectona grandis), un árbol que Rosi recuerda de sus clases de biología en el colegio, porque el profesor lo destacaba por su madera versátil.
Hoy en día, Rosi es líder comunal de San Andrés. Pertenece a la Asociación de Productores Agroforestales de la zona (llamada Aprocamalosan) y es Secretaria del Concejo Mayor Comunitario de las veredas Pedegüita y Mancilla, del municipio de Riosucio. Genera empleo para dos jornaleros que la ayudan a amarrar y meter en bolsas los racimos de plátano. En todas las demás tareas de campo ella siempre participa, machete al cinto. También le gusta preparar el almuerzo para trabajadores, vecinos y técnicos del programa que pasan a asesorarla.
Sobre esta mujer Guardabosques, uno de los asesores de UNODC comenta: "Rosicler consulta permanentemente a los técnicos por novedades para sus cultivos; le gusta estar informada. Sus dos hectáreas se han vuelto lotes modelo para visitas técnicas y para los habitantes de la zona. Ella siempre comparte su conocimiento con buen humor y calidez. Es una mujer que se convirtió en ejemplo y estímulo para que más gente en la zona se anime a mejorar su producción".
El sueño de Rosi es asegurar que sus cuatro hijos lleguen a tener un grado profesional. "Pero yo también quiero estudiar", agrega. "Quiero se sicóloga, porque me gusta oír a la gente y aconsejarla. Es algo que uno tiene como un don".
¿A qué hora hace Rosi tantas tareas? "Yo no sé", responde, "pero le saco tiempo a todo. Mis hijos son mi motor y también me apoyan mucho. En las vacaciones pasadas, todos estuvimos en la finca haciendo compostaje para abono natural del cacao. Trabajamos mucho y nos divertimos. Si alguien llega a mi casa, yo le abro la puerta y le demuestro que, cuando uno quiere, puede medírsele a todo. Le doy duro a mi trabajo con el cacao, porque sé que me va a sacar de pobre".