Ser juez en nuestra sociedad actual presenta una enorme complejidad. Se nos exige no solo ser buenos jueces y estar en continua formación, sino también, ser cercanos al ciudadano y a los problemas sociales, actuar con imparcialidad, independencia, cortesía, con un talante prudente y diligente, una actitud responsable y tener un compromiso constante de ejemplaridad pública, que transmita seguridad y confianza en el poder judicial al conjunto de la sociedad. Debemos despertar en nosotros mismos una especial sensibilidad acerca de muchas cuestiones de nuestra vida diaria que, de algún modo, pueden comprometer nuestra función jurisdiccional.