El año 2020 ha sido un reto para todo el mundo, ya que COVID-19 ha tenido un impacto físico, mental, social y financiero sin precedentes en las personas y en sociedades enteras. Sin embargo, para los que están en prisión, así como para los oficiales encargados de cuidarlos, la pandemia ha demostrado ser potencialmente aún más devastadora. Con factores como las malas condiciones de higiene y, a menudo, el hacinamiento, vivir y trabajar en estrecha proximidad hace casi imposible seguir las medidas recomendadas, como el frecuente lavado de manos y el distanciamiento social.