Este módulo es un recurso para los catedráticos 

 

Cuestiones clave

 

Los enfoques que prevalecen en la instrucción ética suelen pedir a los alumnos que reflexionen sobre cuestiones éticas con la esperanza de que aprendan así a vivir de manera más ética. Este módulo ofrece un método alternativo, al enfocarse en la estrecha relación entre vivir de manera ética y vivir sin autoengaño. El enfoque de este módulo se basa en la observación de que el simple compromiso intelectual con ser ético no tiene un impacto medible sobre la conducta ética. De esta forma, por ejemplo, un estudio de los filósofos Eric Schwitzgebel y Joshua Rust demostró que los filósofos morales, en promedio, no son más éticos que el resto de las personas (2013). Ello sugiere que se necesitan cosas aparte del tener una comprensión intelectual de la ética para traducir ese compromiso intelectual en acción. A la luz de ello podría ser conveniente que revisemos la manera convencional en que enseñamos la ética y que dejemos de discutir la ética como un ejercicio puramente intelectual. Este módulo busca desatar la comprensión de los alumnos sobre qué es lo que tienen que buscar para mejorarse a sí mismos desde un punto de vista ético. 

El enfoque de este módulo se inspira en diversos pensadores de todo el mundo que no necesariamente encajan cómodamente en alguna de las teorías éticas estándar que se abordan en el Módulo 1 (Introducción y Marco Conceptual) de la Serie de Módulos Universitario de Integridad e Ética E4J, a saber: el utilitarismo, la deontología o la ética de la virtud. Un filósofo que ha influido en el enfoque de este módulo es Albert Camus (1913-1960). Para él, la vida ética equivale a vivir lúcidamente, es decir, sin autoengaño.  A Camus le interesa poco encontrar fundamentos teóricos o justificaciones para la ética.  Su objetivo es más bien invitarnos a ver y sentir la manera en que la ética es parte de la condición humana. Este enfoque lo comparte con filósofos tan diversos como Ludwig Wittgenstein (1889-1951), Mary Midgley (1919- ) y Philip Hallie (1922-1994). 

Steve Biko (1946-1977) y Frantz Omar Fanon (1925-1961) también son grandes influencias dado el papel central que le atribuyen a las condiciones sociales en la formación de la mente y su preocupación por lo que podría describirse como la intolerancia auto-atribuida (complejo de inferioridad, como lo llaman).  Otras inquietudes relacionadas con aquellas de Biko y Fanon son las de la psicología social y la economía conductual.  Ambas disciplinas empíricas han inspirado en gran medida el enfoque ético que nutre este Módulo. Se enumera aquí a estos pensadores para invitar a los profesores a interactuar con ellos para comprender más a profundidad el material que se cubre en este Módulo.  Sin embargo, se puede impartir el curso sin haberse involucrado directamente con el trabajo de los filósofos y científicos sociales antes mencionados.

This Module examines some of the internal and external forces that can threaten our autonomy as agents and undermine our ability to drive our lives as ethical beings. It shows that these forces, while typically playing very positive roles in our lives, can lead us to act unethically if we are not attentive and if we cannot resist becoming passive followers of the norms of our times, places and natural inclinations. The Module aims to inspire students to become aware of these pitfalls, become committed to avoiding them, and live ethically as responsible agents. It will give students a taste of the complexity of living ethically and show them the extent to which taking responsibility for our lives is a central aspect not only of living ethically, but also, more broadly, living lives that we will deem worthwhile.

Este módulo examina algunas de las fuerzas internas y externas que pueden amenazar nuestra autonomía como agentes y socavar nuestra capacidad de conducir nuestras vidas como seres éticos. Nos muestra que estas fuerzas, aunque normalmente desempeñan papeles muy positivos en nuestras vidas, pueden llevarnos a actuar de forma poco ética si no nos mantenemos atentos y si no nos resistimos a convertirnos en seguidores pasivos de las normas de nuestro tiempo, nuestros lugares y nuestras inclinaciones naturales.  El módulo busca inspirar a los alumnos a tomar conciencia de estas trampas, a comprometerse a evitarlas y a vivir éticamente como agentes responsables. Le ofrece a los alumnos una probada de lo complejo que es vivir éticamente y les muestra en qué medida el asumir la responsabilidad de nuestras vidas es un aspecto fundamental no solo para vivir éticamente, sino también, en términos más generales, para vivir una vida que consideremos que vale la pena desde nuestro proprio punto de vista.

 

El desafío de vivir éticamente

Somos criaturas éticas por naturaleza, que se guían en la vida por consideraciones normativas. Como se muestra en este video, hay investigaciones que sugieren que incluso los infantes pre-linguísticos dan señales de poseer prototipos éticos que adquieren un pleno sentido ético tras un largo proceso de socialización (ver también Bloom, 2013). Otro ejemplo, que respalda el argumento de que a un nivel básico todos nos esforzamos por ser éticos es que la gente casi siempre racionaliza (es decir, que usamos razones para hacernos creer algo que no es cierto) para dar la impresión de ser mejores desde un punto de vista moral de lo que realmente somos (Ariely, 2012; Tavris and Aronson, 2015). Esto no sólo se debe a que queramos ser reconocidos por los demás, también es un asunto de autoestima, de evitar dolorosos conflictos internos. 

Por ejemplo: cuando algunos contadores ajustan las cuentas con fines ocultos, rara vez lo hacen por ignorancia, en el sentido de no entender que sus acciones son antiéticas. Por esta razon, tratar de iluminar a esos contadores informándoles sobre sus transgresiones morales no suele ser una estrategia efectiva para modificar su comportamiento. Ellos en algún nivel se dan cuenta de que están actuando mal, pero se cuentan historias (racionalizaciones) que les permite minimizar el remordimiento. 

Todos nos contamos este tipo de historias regularmente. La gente que perpetra atrocidades tiende a describirse a sí mismo como luchadores por la justicia o algo de esta índole (Sereny, 1995). Delincuentes comunes suelen encontrar circunstancias atenuantes, es decir, excusas, para sus delitos (Baumeister, 1999). Podrían ser cosas como decir: “Lo hice, pero fue porque hay fuerzas sobre las que tengo poco o ningún control, como la poca educación o la mala compañía, que me llevaron a hacerlo". Una cosa que tienen en común los contadores corruptos, los perpetradores de atrocidades en masa y los delincuencentes comúnes es que racionalizan su comportamiento, igual que todos los demás. 

Vale la pena señalar que la racionalización normalmente se da para exculpar (Ariely, 2012; Tavris y Aronson, 2015). Pocas veces nos encontramos con personas ejemplares desde el punto de vista etico que intentan convencerse a sí mismos de que no son eticos, lo que implica que, a un nivel básico, todos procuramos ser éticos. Un concepto relacionado con el de la racionalización es el “Fugde Factor”, un término que se refiere a la medida en que uno puede hacer trampa y sentirse bien consigo mismo debido a la fuerza ejercida por potentes deseos contradictorios (Ariely, 2012). 

Si es verdad que somos éticos por naturaleza, ¿por qué vivir de manera ética nos resulta un problema a todos sin excepción?, Nos resulta problemático, entre otras cosas, porque no sólo somos seres éticos. Somos, por ejemplo, seres racionales, que evitan el dolor, que buscan el placer, que se cuentan historias creativamente, sociales, que tienen inquietudes de estatus, que se aman a sí mismos y son impulsados por poderosos deseos. También vivimos en contextos variables que influyen en la manera en que nos comportamos y que pueden hacer que violemos nuestros propios valores por temor. La ética existe en gran medida para regular nuestros impulsos, inclinaciones y nuestro comportamiento. Podría decirse que ésta reúne todo en un tapiz semi-coherente llamado el yo, algo que exige un esfuerzo concertado permanente (Midgley, 2001). Es muy fácil que las cosas se vayan por un mal camino y parte del problema es que aquellos aspectos de nosotros mismos que normalmente se identifican como buenos pueden jugarnos una mala pasada. 

Aquí van algunos ejemplos: la racionalidad suele ser una cualidad positiva, pero, como hemos visto, también permite la posibilidad de racionalizar, es decir, poner la razón al servicio del autoengaño para evitar el dolor, particularmente el dolor causado por el conflicto entre el deseo de ser bueno y el hecho de que hemos hecho o queremos hacer algo malo (Ariely, 2012). En las palabras de Benjamín Franklin: 

"Es tan conveniente ser una criatura razonable, porque nos permite encontrar o fabricar una razón para todo lo que tenemos que hacer" (1962, pág. 43). 

La narración creativa, que también suele ser considerada una cualidad positiva, puede llevarnos a elaborar fantasías sobre nosotros mismos que nos lleven a acciones antiéticas.  Somos, por supuesto, seres sociales interesados en al bienestar de otros.  Pero nuestra sociabilidad puede hacer que nos unamos a una multitud irreflexiva. Nos preocupa el estatus. Es parte de lo que nos hace cuidar nuestro yo y buscar la superación personal. También está vinculado con nuestra naturaleza social; parte de ser social es que necesitamos el reconocimiento de los demás. Pero las inquietudes sobre el estatus pueden llevarnos a un materialismo descontrolado y una obsesión enfermiza por el poder. Del mismo modo, la preocupación por uno mismo es un requisito para cuidar de nuestro yo, para tener la motivación de satisfacer nuestras necesidades básicas y florecer como seres humanos, pero puede llevarnos a una preocupación excesiva por uno mismos, a una forma de narcisismo que no nos permite ver a otros como seres humanos merecedores de ser reconocidos como tales. Y, por supuesto, nuestras poderosas pasiones pueden ser profundamente gratificantes y profundamente destructivas. 

El resto de esta sección explora algunos de los mecanismos que socavan nuestra capacidad de conducir nuestras vidas como seres éticos. Es importante reiterar que estos mecanismos también juegan un papel positivo en nuestras vidas. Esto sugiere que asumir responsabilidad por nuestras vidas exige una vigilancia constante para evitar que los mecanismos que normalmente nos benefician impidan nuestra capacidad para actuar éticamente. Existen muchos otros mecanismos que afectan nuestra capacidad de actuar éticamente que están fuera del alcance de este módulo, pero los temas que se abordan idealmente despertarán un interés a largo plazo en la exploración de dichos mecanismos. Los ponentes pueden alentar a los alumnos a profundizar en el tema por medio de las lecturas, los documentales y las películas que se mencionan en este módulo.

 

Atención selectiva y distancia psicológica

Cuando vemos una escena en particular, nunca captamos todo lo que está allí. Vemos algunas cosas y otras no. Por lo general, tendemos a ver lo que nos llama la atención, pero lo que registramos y lo que no se relaciona en gran medida con nuestros intereses. La atención selectiva juega un gran papel positivo en nuestras vidas. Nos permite concentrarnos a lo que nos interesa. Si uno está ocupado estudiando, aislar las distracciones de fondo puede ser una estrategia de aprendizaje muy provechosa. Sin embargo, esta capacidad de aislar puede ocultarnos otras cosas que están sucediendo y que exigen nuestra atención inmediata (como la presencia de alguien que necesita ayuda urgente).  La atención selectiva establece una jerarquía de relevancia, de valor (la creencia de que esto es más importante que aquello), lo cual no necesariamente coincide con lo que nosotros realmente valoramos. Es importante destacar que la atención selectiva no es un mecanismo sobre el que tenemos control total. Funciona en gran parte en segundo plano y trabaja a nuestro provecho sin nuestro conocimiento, a menos que hagamos un esfuerzo para observar su funcionamiento. 

En un video corto, Daniel Simons explica este mecanismo a través de un experimento que ofrece una excelente representación visual del fenomeno de la atención selectiva. Simons destaca el papel positivo de la atención selectiva. También sugiere que normalmente pensamos que vemos más de lo que en realidad vemos. Simons señala que tenemos que enfocar nuestra atención en algo para verlo. El Ejercicio 1 of this Module allows the students to experience this mechanism first hand.

A veces atestiguamos cosas problemáticas que suceden frente a nuestros ojos, pero nos cuesta trabajo entender su significado pleno y por lo tanto no respondemos o no reaccionamos de manera adecuada. Esta función básica de nuestras vidas, la capacidad de prestar atención a algunas cosas y no a otras, a primera vista parecería no ser demasiado relevante para entendernos a nosotros mismos como seres éticos. Sin embargo, el célebre Experimento del buen samaritano nos muestra que tal vez no percibimos muchas cosas éticamente relevantes que se nos presentan por estar demasiado apurados (por ejemplo, para llegar a una reunión) para desentrañar plenamente su significado.

En el experimento, que es el enfoque del Ejercicio 2 un grupo de estudiantes de teología ven a una persona que se presenta como si necesitara ayuda urgentemente, pero muchos de ellos no ofrecen su ayuda. Este caso, estrictamente hablando, puede no ser un caso de atención selectiva, al menos no en el sentido perceptual (todos los alumnos ven a la persona que se presenta como si necesitara ayuda urgentemente), sino como un caso en el que no se es capaz de atender correctamente lo que está frente a nosotros. Podría argumentarse que los estudiantes que no ayudaron a la persona necesitada no captaron la relevancia. En este caso la falla no es de compromiso o entendimiento, sino una consecuencia de las circunstancias, específicamente de tener prisa. 

Es posible que no captemos muchas cosas éticamente relevantes que se nos presentan porque nuestra atención se desconecta de nuestro entorno inmediato, lo cual perjudica nuestra capacidad de captar plenamente algo que querríamos captar si no tuviéramos prisa. ¿Qué nos dice esto, por ejemplo, sobre los profesionales adictos al trabajo y otras personas que trabajan bajo presiones extremas de tiempo?  Como en el caso de la atención selectiva, ser capaz de enfocarse en la tarea en la. que nos encontramos también es una aptitud muy útil, y es importante que en la mayoría de los casos, lo que entra o sale del campo de nuestra atención lo hace automáticamente, a nuestras espaldas, por así decirlo.  Si este no fuera el caso, vivir nuestras vidas cotidianas sería extremadamente difícil y exigiría demasiado tiempo. De hecho, sin la atención selectiva, probablemente no pordiamos llevar a cabo el esfuerzo de vivir nuestras vidas. Por lo tanto, se requieren atajos. En los documentos especializados, estos atajos se conocen como heurísticas, reglas generales que orientan nuestras vidas.  Normalmente nos benefician, pero a veces pueden convertirse en obstáculos.  La regla en este caso es algo así: concentrarse en lo que se está haciendo y dar menos importancia a aquellas cosas que no contribuyen directamente a lograr los objetivos de nuestros intereses. 

Un fenómeno relacionado es que también podemos no darnos cuenta de la importancia de algo por eso que se llama la distancia psicológica, que es una de las razones por las que la guerra moderna – por ejemplo, los ataques con drones – es tan perniciosa. La distancia psicológica del atacante también distancia a los soldados emocionalmente del evento, encegueciendolos a la magnitud de lo que han hecho. La distancia psicológica también puede llevar a la apatía moral, sin que sepamos tan siquiera que este mecanismo es responsable en gran medida por la apatía. Los alumnos que estén interesados en explorar algunos de estos temas pueden ver la película de 2015 Eye in the Sky (Enemigo invisible) que muestra algunos de los desafíos éticos de la guerra con drones, entre ellos cuestiones relacionadas con la privacidad, la vigilancia y los derechos humanos.

 

Conformidad, obediencia y el efecto espectador

El influyente experimento de Solomon Asch muestra vívidamente en qué medida tendemos a modelar nuestros juicios con base en los juicios de otros. Una de las razones por las que este experimento es tan eficaz es su simplicidad. Asch le pide a los sujetos del experimento que comparen las longitudes de líneas presentadas por él y que relacionen las líneas de igual longitud entre sí. En cada realización del experimento, todas las personas menos una de las que están respondiendo las preguntas son cómplices del experimento (es decir, actores que recibieron la instrucción de dar respuestas equivocadas a propósito). Sólo una persona es el sujeto, aquella cuyas reacciones están siendo medidas. El sujeto del experimento no sabe que todos los demás participantes a quienes se les pidieron respuestas son cómplices del experimento. En la mayoría de los casos, los sujetos del experimento repitieron las respuestas de los actores, lo cual demuestra en qué medida la presión de grupo puede afectar nuestra capacidad de ver lo que tenemos enfrente. Incluso en situaciones en las que no hay mucho en juego, como las del experimento de Asch, se observa que la gente tiende a seguir el ejemplo del grupo. El experimento de Asch también muestra que tendemos a acoplarnos porque no queremos crear conflicto entrando en desacuerdos con los demás (conformidad normativa) o porque de verdad llegamos a ver las cosas erróneamente por la presión de grupo (conformidad informativa). La conformidad normativa se rige por la norma explícitamente respaldada de que no debemos afectar la conformidad del grupo. La conformidad informativa se llama así porque es una falla ocurre al nivel de la percepción. La información que nos dan los sentidos está distorsionada. El experimento de Asch también nos muestra que la inercia de la conformidad puede ser debilitada por la presencia de un acompañante (un actor) a quien el experimentador le pide que dé las respuestas correctas sobre la longitud de las líneas.  Otra variación del experimento muestra que pedirle a los sujetos que den sus respuestas por escrito en vez de verbalmente cambia el resultado del experimento. Este experimento es el enfoque del Ejercicio 3 del módulo. Para ver más información sobre el experimento, consulte “Opinions and Social Pressure” de Asch.

Ahora pasamos de la conformidad a la obediencia a la autoridad. En el polémico experimento sobre la obediencia de Stanley Milgram, una “figura de autoridad” le pide a “profesores” que castiguen a “alumnos” activando un interruptor con el que ellos piensan que producen descargas eléctricas que suben de intensidad. Este experimento, que es el enfoque del Ejercicio 4 muestra que entre los humanos hay una fuerte tendencia a seguir los dictados de las figuras de autoridad, incluso cuando las instrucciones de la autoridad pudieran ser extremadamente perjudiciales, o incluso letales, para otras personas. La conclusión de Milgram no es que la gente tienda a carecer de fibra moral. Sino que la obediencia puede llevar a buenas personas a hacer cosas malas. La obediencia, al igual que la conformidad, tiene un papel positivo muy importante en la sociedad, pero podríamos acabar haciendo cosas terribles si sucumbimos ciegamente a la inercia de la obediencia. Esto tiene importantes implicaciones para el liderazgo y la jerarquía en las organizaciones (Milgram, 1973). 

Cabe señalar que fue solo una minoría de los sujetos experimentales los que accionó los interruptores sin cuestionamientos. Normalmente los sujetos del experimento tratan de resistirse a las figuras de autoridad. Sin embargo, al final, más del 50% de los sujetos experimentales, o profesores, como se les llama en el experimento, terminaron castigando al alumno con lo que pensaban que eran descargas potencialmente letales (algo incluso más impactante es que la mayoría de los sujetos tendían a seguir castigando al alumno con descargas de voltaje cada vez más altas, aun después de que pensaran que el alumno estaba inconsciente, en total contradicción con el que les dijeron que era el objetivo del experimento). La inercia de las figuras de autoridad tiende a derrotar a las fuerzas compensatorias que hay dentro de nosotros y esto puede verse claramente observando la enorme disonancia que normalmente experimentaron los participantes. 

Un factor clave que desempeña un papel en el comportamiento de los participantes es un mecanismo psicológico común que podría describirse como "pasar la pelota" o transferir la responsabilidad a otra persona.  Tener la sensación de que la responsabilidad recae enteramente sobre una figura de autoridad puede aliviarnos de los desagradables sentimientos de culpabilidad, facilitando el que actuemos de una manera que lamentaríamos si pudiéramos detenernos a reflexionar sobre nuestras acciones (para una discusión enriquecedora e influyente sobre este tema ver Arendt, 2006, particularmente el aparte donde el autor habla sobre la inhabilidad de Adolf Eichman de tomar responsabilidad por sus actos). Del mismo modo, a menudo solemos transferir la responsabilidad a un grupo, al sentir que "si todos los demás lo hacen, ¿por qué yo no?".  También cabe destacar que los mecanismos psicológicos como estos se activan en circunstancias específicas. En el caso del experimento de Milgram, los participantes fueron sometidos a una presión enorme por parte de una figura de autoridad. Sin embargo, solo se les pudo someter a presión porque somos proclives a seguir los dictados de aquellos que consideramos figuras de autoridad. Los factores psicológicos y ambientales actúan en conjunto para producir este tipo de resultados. 

Si vamos a pensar en evitar situaciones como las del experimento de Milgram, tenemos que entrenarnos para reconocer cuándo y dónde no debemos sucumbir a la presión de las figuras de autoridad, y cambiar circunstancias ambientales además de, por ejemplo, pensar en estilos de liderazgo que sean menos propensos a alentar la obediencia más allá de los límites de lo aceptable. 

Un fenómeno relacionado que vale la pena discutir es la dilución de la responsabilidad, por ejemplo, en el cual los sujetos tienden a sentirse menos responsables de ayudar a alguien si hay otras personas presentes. Asumir la responsabilidad puede ser algo difícil e incluso arriesgado, así que a menudo preferimos transferir la responsabilidad a otros. Sin embargo, también sucede, y ello habla de la conformidad, que cuando hay otras personas presentes tendemos a imitar en nuestro comportamiento el de los demás, algo que no sucede con tanta facilidad cuando solo hay una persona disponible para ayudar. También se ha demostrado que el fenómeno de la dilución de la responsabilidad se desinfla cuando alguien toma la iniciativa y ayuda. El fenómeno de la dilución de la responsabilidad es uno de los principales mecanismos que explican el Efecto espectador (García, 2002). Un caso que da mucho para reflexionar y que dio pie a investigaciones sobre el efecto espectador fue el asesinato de Kitty Genovese.

 

Situacionismo

Otra característica que puede tener un gran impacto en nuestro comportamiento, y que a menudo puede derivar en conductas antiéticas, son los roles que desempeñamos en ambientes específicos. Esto fue ejemplificado en el Experimento de la prisión Stanford. En este experimento de 1971, que es el enfoque del Ejercicio 5 del módulo, se investigaron los efectos psicológicos del poder percibido y los factores ambientales o situacionales relacionados. El experimento involucró a alumnos voluntarios que asumieron los roles de guardias y de prisioneros. Aunque este fue uno de los experimentos psicológicos más polémicos que se han realizado en la historia, hay conceptos extremadamente interesantes que podemos retomar de él. Estos revelan en qué medida pueden influir los factores situacionales en el comportamiento, incluyendo a qué grado los roles que desempeñamos en ambientes específicos pueden afectar la manera en que nos comportamos. Esto es conocido como el problema del situacionismo. 

Aunque el experimento ha sido cuestionado recientemente en los medios, sus resultados son congruentes con muchos otros experimentos cuyos resultados son ampliamente aceptados por la comunidad científica, algunos de los cuales están incluidos en este módulo (Atención selectiva, Conformidad, el Experimento de Solomon Asch, el Experimento de la obediencia de Milgram y el Efecto espectador). Haga clic aquí para ver el artículo periodístico que critica el experimento y aquí para ver una respuesta de Zimbardo. Podría valer la pena hablar de esta polémica con los alumnos. Hasta Zimbardo está de acuerdo en que este experimento es antiético, y está claro que el experimento es, por decirlo generosamente, irregular desde una perspectiva científica, pero ha atraído la atención de varias generaciones, posiblemente porque destaca en qué medida el adquirir el dominio de nuestras vidas es siempre un logro imperfecto y las consecuencias de perder el control de nuestras vidas pueden ser muy pesadas. Muchos trabajos de vanguardia en la psicología y las disciplinas relacionadas apuntan en esta dirección. Así que, aunque el experimento de Zimbardo es cuestionable desde la perspectiva ética y científica, ejemplifica aptamente algunas características de nuestras vidas que pueden resultar difíciles de aceptar, pero que tenemos que aceptar si tenemos el compromiso genuino de hacer el esfuerzo de mejorarnos a nosotros mismos desde el punto de vista moral.  

La inercia de acoplarnos, de ceder ante la autoridad, de pasar la pelota, de enfocarnos demasiado en la tarea que nos ocupa, y de sumergirnos en nuestros roles, menoscabaron la capacidad de los participantes del experimento de distanciarse de las fuerzas que los empujaban actuar como lo hicieron, y los llevaron a convertirse en guardias despiadados o en prisioneros humillados y emocionalmente destrozados. Los uniformes (lentes de sol reflejantes, garrotes, cadenas y trajes de prisioneros), el cambio de los nombres por números y de los nombres reales por apodos, como 'John Wayne', ayudaron a los participantes a olvidar que se encontraban en una prisión simulada.  Algunos académicos, en particular John M. Doris (2002), defienden la opinión de que experimentos como este muestran que las personas en realidad realmente no tienen carácter.  Si las circunstancias influyen de manera tan decisiva en la forma en que nos comportamos, argumenta Doris, entonces no es el carácter lo que motiva a las personas a actuar, sino las circunstancias. Sin embargo, no hay duda de que esta posición extrema puede cuestionarse. Después de todo, no todos los guardias se comportaron de la misma manera y se puede decir lo mismo de los prisioneros.  De hecho, los patrones conductuales variaron significativamente de un participante a otro, aunque de una u otra forma todos se vieron profundamente influenciados por su situación particular. 

Cabe destacar que la conformidad juega un papel social positivo extremadamente importante. El poder de la situación también es importante de una manera positiva.  Por ejemplo, nos permite adaptarnos rápidamente a las situaciones.  Sin embargo, la facilidad con la que nos adaptamos tiene desventajas que fueron destacadas por el experimento de la prisión de Stanford. Cabe señalar que esta discusión está relacionada con las discusiones sobre el impacto del entorno y el diseño de una organización particular sobre el comportamiento ético, que se analizan en el Módulo 8 (Ética conductual) de la Serie de Módulos Universitario de Integridad y Ética E4J.

  

Deshonestidad

La tendencia que se mencionó anteriormente a transmitir la responsabilidad a los grupos también puede derivar en comportamientos deshonestos. Es fácil robar un poco si todos lo hacen, si las consecuencias adversas del robo son mínimas y, crucialmente, si somos capaces de hacernos una historia que nos haga ver como una persona buena y honesta al tiempo que robamos.  Sin embargo, como señala el Factor de Compensación, el costo de robar un poco y pensar que somos personas buenas y honestas es que terminamos distorsionando la óptica con la que vemos el mundo y, quizás aún más importante, con la que nos vemos a nosotros mismos. 

En su libro The (Honest) Truth About Dishonesty, Dan Ariely (2012) identifica una disonancia entre querer ser buenos y querer tener las cosas que deseamos. Esta disonancia explica el hecho de que muy pocas personas se convierten en ladrones insensibles. También explica el hecho de que muchos de nosotros somos tramposos a pequeña escala, ya que esta disonancia nos lleva a ver al mundo y a nosotros mismos a través de una óptica distorsionada al vivir como pequeños tramposos. En otras palabras, la deshonestidad está en todos lados, pero casi siempre se mantiene a raya. Él también explica por qué en algunos casos los pequeños tramposos se convierten en grandes tramposos, por qué una serie de pequeñas tentaciones hacen que algunas personas den el salto para convertirse en grandes tramposos, cediendo a la tentación. En circunstancias normales, la inercia de quedar bien ante nosotros mismos no se ve superada por nuestras tendencias a racionalizar, pero algunas veces puede pasar. 

En esos casos, la “solución” a la competencia disonante entre el deseo de vernos éticos ante nosotros mismos y el obtener lo que deseamos se encuentra en la racionalización de que lo bueno desde el punto de vista moral coincide con nuestra necesidad de satisfacer un deseo por medios ilícitos. Él llama a este mecanismo el “efecto qué demonios”. Haga clic aquí para ver un ejemplo divertido de este efecto en acción. En el ejemplo, la competencia está entre un “debiera” prudencial más que ético (evitar comer pastel porque no es tuyo o porque no te hace bien, o por alguna otra razón) y el poderoso deseo de comerse un gran pedazo de un delicioso pastal. 

Ariely sugiere que para disminuir el delito necesitamos cambiar las estructuras de incentivo, crear condiciones sociales donde se minimicen los conflictos de interés que producen disonancia, lo cual ayuda a neutralizar el efecto de nuestras tendencias racionalizadoras.  El libro de Ariely y los temas anteriores son el foco del ejercicio previo a la clase del módulo. 

El hecho de que nos guste quedar bien ante nuestros ojos es algo positivo. Deja ver lo importante que es la ética para nosotros y tiende a limitar las malas conductas en cierta medida.  Sin embargo, también puede contaminarse por nuestra necesidad de racionalizar, lo cual nos protege de la inquietud psicológica.  Hablando en términos generales, es bueno que tengamos deseos que creemos que nos darán ventajas.  Sin embargo, el “hubiera” ético y los deseos éticos, junto con el trabajo protector de las racionalizaciones, también pueden desempeñar papeles distorsionantes en nuestras vidas, tal como lo estudió Ariely y otros.

 

Observaciones finales

Este módulo destaca hasta qué punto asumir la responsabilidad de nuestras vidas es fundamental para ser ético.  No asumir la responsabilidad equivale a dejar que los mecanismos internos y externos rijan nuestras vidas a un grado inaceptable, como cuando uno es dirigido por su grupo para cometer actos viles, y quizás darse cuenta más tarde de hasta qué punto uno traicionó sus valores más profundos al dejarse regir por la inclinación natural a acoplarse. 

Una cosa que debe enfatizarse es hasta qué punto son comunes las fallas éticas y hasta qué punto nuestra capacidad de asumir la responsabilidad de nuestras vidas se ve socavada por fallas éticas como las que se mencionan en este módulo.  Este módulo podría usarse para dar pie a un proceso de mejora ética - un proceso que exige que los alumnos se comprometan a trabajar contra las tendencias corruptoras de muchos de los mecanismos que normalmente nos benefician.

 

Referencias

  • Arendt, Hannah (2006). Eichmann in Jerusalem: A Report on the Banality of Evil. London: Penguin. (Originally published in 1963).
  • Ariely, Dan (2012). The (Honest) Truth About Dishonesty: How We Lie to Everyone-Especially Ourselves. London: HarperCollins Publishers.
  • Baumeister, Roy R. (1999). Evil: Inside Human Violence and Cruelty. New York: Henry Holt and Company.
  • Bloom, Paul (2013). The Origins of Good and Evil. London: Random House.
  • Biko, Steve (1987). I Write What I Like. Oxford: Heinemann.
  • Camus, Albert (2013). The Rebel. London: Penguin. (Originally published in 1951).
  • Doris, John M. (2002). Lack of Character: Personality and Moral Behavior. Cambridge: Cambridge University Press.
  • Fanon, Frantz (2008). Black Skin, White Masks.London: Pluto. (Originally published in 1952).
  • Franklin, Benjamin (1962). Autobiography of Benjamin Franklin. New York: MacMillan. (Originally published in 1791).
  • Garcia, Stephen M. and others (2002). Crowded minds: the implicit bystander effect. Journal of Personality and Social Psychology, vol. 83, No. 4.
  • Hallie, Philip (1998). Tales of Good and Evil, Help and Harm. New York: Harper Perennial.
  • Midgley, Mary (2001). Wickedness: A Philosophical Essay. London: Routledge.
  • Milgram, Stanley (1973). The perils of obedience. Harper's, vol. 247, No. 1483.
  • Schwitzgebel, Eric and Joshua Rust (2013). The moral behavior of ethics professors: relationships among self-reported behavior, expressed normative attitude, and directly observed behavior. Philosophical Psychology, vol. 27, No. 3.
  • Sereny, Gitta (1974). Into That Darkness: From Mercy Killings to Mass Murder. London: Pimlico.
  • Tavris, Caroll and Elliot Aronson (2015). Mistakes Were Made (But Not by Me): Why We Justify Foolish Beliefs, Bad Decisions, and Hurtful Acts. New York: Houghton Mifflin Harcourt.
  • Wittgenstein, Ludwig (2014). Lectures on Ethics. Hoboken, NJ: John Wiley & Sons. (The lectures were originally delivered in 1929).
 
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