Este módulo es un recurso para los catedráticos 

 

Diferencias de género en la corrupción

 

Antes de explorar la literatura emergente sobre las diferencias de género en la corrupción, se incluye una breve nota sobre la necesidad de pensar de manera crítica sobre algunos de los supuestos comunes en este campo. Tener en cuenta esta "advertencia" puede contribuir a una comprensión más profunda de la literatura relevante.

Evitar el pensamiento esencialista y reduccionista

En la exploración de preguntas sobre la influencia del género en los actos corruptos, es importante evitar el pensamiento esencialista y reduccionista. Esto significa evitar la comprensión de un género en particular según lo definido por un conjunto de características necesarias y suficientes que comparten todas las personas de ese género. Cualquier género en particular se considera mejor como un "concepto de parecido familiar", donde todos los miembros comparten una serie de características en común, pero no necesariamente todos comparten una característica particular en común (Wittgenstein, 2001). Esto indica que las relaciones causales aparentes entre el género y ciertos resultados no serán válidas para todos los miembros de ese género, dadas las vastas diferencias entre los individuos dentro de cualquier género. La personalidad individual es importante, al igual que los factores contextuales como la clase, la raza, la vulnerabilidad y los niveles de pobreza. De hecho, la interacción de esos factores contextuales puede conducir a efectos que van más allá de la suma total de sus efectos individuales. El marco analítico de la interseccionalidad se utiliza para describir cómo juegan otros factores en la discriminación de género, en particular la raza, lo que agrava sus efectos (Crenshaw, 1991). Para una discusión adicional y una clase práctica sobre interseccionalidad, véase el Módulo 5 y Módulo 9 de la Serie de módulos universitarios E4J sobre Integridad y Ética, y el Módulo 9 de la Serie de módulos universitarios E4J sobre Prevención del Delito y Justicia Penal. Véase también esta entrada en Stanford Encyclopedia of Philosophy de Allen (2016).

Evitar el pensamiento esencialista y reductivo también incluye ser consciente de que el género (o el sexo) rara vez será el único o incluso el principal determinante del comportamiento de una persona (Debski y otros, 2018). Podría decirse que, en la mayoría de las situaciones, simplemente se correlaciona con otras explicaciones subyacentes de las diferencias entre géneros. Se debe alentar al alumnado a analizar de manera crítica y debatir género y corrupción sin recurrir al pensamiento esencialista y reduccionista. Para una discusión relacionada sobre los problemas asociados con el esencialismo, véase Dzubinski y Diehl (2018). Además, se debe tener precaución al considerar la evidencia que parece respaldar afirmaciones tales como que "las mujeres son menos corruptas que los hombres", "las mujeres se ven más afectadas por la corrupción" o "las mujeres en cargos públicos, en virtud de su género, avanzarán y priorizarán los derechos de las mujeres o los derechos de los grupos vulnerables”. El papel que puede desempeñar el género en la prevención de la corrupción a largo plazo requiere más investigación en numerosos contextos.

Otra cuestión a tener en cuenta al hablar sobre género y corrupción es que gran parte del trabajo sobre género depende en gran medida de los datos relacionados con el sexo. Desglosar los datos por género (desagregación de género) es un desafío porque el género es difícil de medir y cuantificar, y porque a veces se descuida el valor de distinguirlo del sexo. Por lo tanto, los datos desagregados por sexo a menudo se tratan como una aproximación de los datos desagregados por género (aunque algunos  países están comenzando a recopilar datos sobre género y sexo; véanse los ejemplos discutidos aquí. Sin embargo, como se demuestra a continuación, los datos desagregados por sexo pueden ocultar procesos de género con matices subyacentes a la corrupción.

El estado de la investigación sobre el vínculo entre género y corrupción

La investigación sobre género, sexo y corrupción surgió a principios de la década de 2000 con dos estudios del Banco Mundial, que reportaron una correlación entre los bajos niveles de corrupción y más mujeres en el gobierno. El primer estudio, realizado por Dollar, Fisman y Gatti (1999), exploró una gran muestra de países y descubrió que una mayor proporción de mujeres en los parlamentos se asociaba con bajos niveles de corrupción. Esta relación se mantuvo sin cambios cuando se utilizaron varias medidas de corrupción y después de la influencia de diversas variables relacionadas tanto con el género como con la corrupción, tales como las libertades civiles, los ingresos y la educación, se eliminaron del análisis estadístico.

El segundo estudio, Swamy y otros (2001), encontró una correlación similar. Al examinar más de cerca los diferentes tipos de participación femenina, los autores descubrieron que los países con más mujeres en el parlamento, en puestos ministeriales y en la fuerza laboral tenían menos probabilidades de experimentar corrupción. Los autores encontraron más apoyo para sus hallazgos a través de un análisis de datos de micro-encuestas de empresas comerciales en Georgia. En particular, descubrieron que las empresas que son propiedad o están controladas por mujeres tenían más probabilidades de reportar que nunca habían pagado un soborno, y que las mujeres tendían a tener una tolerancia menor a la corrupción.

Estos dos estudios fundamentales demostraron que existen diferencias de género en las acciones y actitudes corruptas hacia la corrupción.  Para obtener más información relacionada con el género y el trabajo del Banco Mundial, véase aquí.

Sin embargo, investigaciones más recientes sugieren que los hallazgos sobre las correlaciones entre género y corrupción son mixtos, y que los contextos en los que las mujeres enfrentan la corrupción y la probabilidad de que puedan involucrarse en ella son críticos. Otros académicos también han analizado correlaciones entre una mayor representación femenina en el gobierno y niveles reducidos de corrupción. Sus estudios cuestionan los hallazgos que sugieren que las diferencias de género en la corrupción son innatas y no un producto del entorno de la persona. Sung (2003, p. 718), por ejemplo, descubrió que "aunque la participación femenina en el gobierno puede estar correlacionada con niveles más bajos de corrupción en algunas circunstancias, esta asociación pierde importancia cuando los efectos del liberalismo constitucional se controlan adecuadamente". Rheinbay y Chêne (2016, p. 4) señalaron que hay muchas variables que deben considerarse y que "la correlación no implica causalidad". Incluso Swamy y otros (2001, p. 26) reconocieron que las diferencias de género que observaron eran posiblemente atribuibles a factores como "socialización, o diferencias en el acceso a redes de corrupción, o en el conocimiento de cómo participar en prácticas corruptas, o a otros factores". El aislamiento del efecto del género en la corrupción ha resultado ser difícil.

Para resumir algunas de las investigaciones disponibles sobre género y corrupción, Boehm (2015) se centró en tres cuestiones específicas:

  • Diferencias de género al aceptar sobornos
  • Diferencias de género al ofrecer sobornos
  • Diferencias de género en las actitudes hacia la corrupción

Boehm resumió los resultados de su investigación sobre las diferencias de género en el comportamiento y las actitudes corruptas en la Tabla 1.

Tabla 1: Resumen de los resultados de la investigación de Boehm

Actitud hacia la corrupción

Aceptar sobornos

Ofrecer sobornos

Las respuestas de la encuesta sugieren una menor tolerancia de las mujeres hacia los comportamientos corruptos.

Sin embargo, parece que esto es cierto solo en democracias, pero no en autocracias y entornos donde la corrupción es endémica y ampliamente tolerada.

Con algunas excepciones que parecen responder a factores contextuales, no existe una diferencia significativa entre mujeres y hombres.

El valor de los sobornos ofrecidos por los hombres tiende a ser mayor.

Las mujeres se comportan de manera más oportunista: pueden aceptar el soborno, pero no responden con un favor corrupto.

Tanto hombres como mujeres ofrecen mayores sobornos a los hombres que a las mujeres.

Es menos probable que las mujeres acepten sobornos que los hombres cuando existe un riesgo percibido de sanciones.

Tanto hombres como mujeres ofrecen mayores sobornos a los hombres que a las mujeres.

Fuente: Boehm (2015, p. 3).

Para una discusión adicional sobre las formas en que el entorno, la psicología y la situación pueden influir en la toma de decisiones éticas, véase el Módulo 6 y el Módulo 8 de la Serie de módulos universitarios E4J sobre integridad y ética.

 
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