Este módulo es un recurso para los catedráticos 

 

Parte 2 – Clasificaciones, tipologías y modelos clave en la prevención del delito

 

Hay distintas formas de categorizar las iniciativas para prevenir el delito. Detrás de cada una subyace un modelo explicativo sobre cómo se entiende, explica y aborda el delito o problemáticas asociadas al mismo. Es importante señalar que ninguna de las clasificaciones es excluyente, sino esfuerzos por sistematizar la amplia gama de posibilidades en la prevención. Por ejemplo, Dammer y Lunecke (2004, p. 12-19) proponen una sistematización que incluye modelos, niveles, tipos, objetivos, políticas e intervenciones.

Esta sección contempla tres de los modelos más citados por la literatura especializada, con sus respectivas tipologías y aportes a la prevención. El primero es el de salud pública y distingue entre prevención primaria, secundaria y terciaria. El segundo, propuesto por Tonry y Farrington (1995), diferencia entre aplicación de la ley y la prevención basada en el desarrollo temprano, comunitaria y situacional. El tercero hace referencia a los estándares internacionales.

 

El Modelo de salud pública y los niveles de la prevención

La salud pública tiene como objetivo proporcionar el máximo beneficio para el mayor número de personas y, en primera instancia, no se ocupa de un nivel clínico o individual, aunque sí forma parte de sus estrategias. Se centra en tratar la etiología de las enfermedades, las afecciones y los problemas en vez de esperar a que se produzcan y posteriormente buscar y facilitar un tratamiento. Desde principios de los años 80, su influencia es notaria en la prevención del delito y ha construido puentes comunicantes a través del concepto de “violencia”.

En 1996, la Organización Mundial de la Salud declaró a la «prevención de la violencia» como una prioridad de salud pública, por sus afectaciones en la vida y seguridad de las personas y comunidades. Con este enfoque, se busca mejorar la salud y la seguridad de todas y todos abordando los factores de riesgo subyacentes que aumentan la probabilidad de que un individuo se convierta en una víctima o un perpetrador de la violencia, por ejemplo, a través de intervenciones que alienten estilos de vida saludables.

Las aportaciones clave del modelo de salud pública a la prevención del delito pueden resumirse en tres. Primero, está la tipología de los niveles de prevención, desarrollada por Leavell y Clark (1965) y consolidada por la Organización Mundial de la Salud en su primer Informe Mundial sobre la Violencia y la Salud (OPS, 2003) al reconocer la prevención primaria, la secundaria y la terciaria. En segundo lugar se encuentra el desarrollo del modelo ecológico de intervención, la multicausalidad y los conceptos “factores de riego” y “factores de protección”. Por último, su aproximación epidemiológica que supone un proceso sistemático de análisis e intervención, emparentado con las posturas criminológicas de resolución de problemas.

(a) Los niveles de prevención

Los niveles de prevención se clasifican por sus características temporales, la forma de intervención propuesta y la población objetivo. Si bien su origen se encuentra en el ámbito de la salud pública, diversos autores los han adoptado para la prevención del delito (Brantinham and Faust, 1976; Caplan, 1964; Lab, 1988; Shah and Roth, 1974).

Por ejemplo, Brantingham y Faust (1976) establecen que:

La prevención del delito primaria identifica las condiciones del entorno físico y social que brindan oportunidades para la realización de actos delictivos o que los precipitan. Aquí, el objetivo de la intervención es alterar estas condiciones a fin de que no se produzcan delitos. La prevención del delito secundaria consiste en la identificación temprana de los posibles delincuentes e intenta intervenir en sus vidas de forma que no cometan una infracción penal. La prevención del delito terciaria se encarga de quienes efectivamente han delinquido e incluye intervenciones en sus vidas de forma que no cometan más delitos (1976, p. 290).

Desde el ámbito de la población objetivo, la prevención de la violencia se agrupa en:

a) Intervenciones generales: están dirigidas a ciertos grupos o a la población general sin tener en cuenta el riesgo individual; por ejemplo, las enseñanzas de prevención de la violencia impartidas a todos los alumnos de una escuela o a los niños de determinada edad, o las campañas de ámbito comunitario en los medios informativos.

b) Intervenciones seleccionadas: están dirigidas a las personas consideradas en mayor riesgo de padecer o cometer actos de violencia (es decir, las que presentan uno o varios factores de riesgo); por ejemplo, la capacitación en materia de crianza de los hijos ofrecida a los jefes de hogares monoparentales.

c) Intervenciones indicadas: están dirigidas a las personas con antecedentes de comportamiento violento, por ejemplo, el tratamiento para los perpetradores de actos de violencia doméstica. (OMS, 2002, p. 17).

(b) La multicausalidad, los factores de riesgo y de protección

Similar a como sucede con las enfermedades, la violencia y la delincuencia son el resultado de la compleja interacción de factores individuales, relacionales, sociales, culturales y ambientales. En la prevención de la violencia, la salud pública aplica el modelo ecológico para comprender su naturaleza multifacética y multicausal, a través de la definición e identificación de factores considerados de riesgo, es decir, con mayores probabilidades de que su presencia, interacción e incidencia faciliten la aparición de la violencia. Su utilidad se encuentra en que son componentes fundamentales en la planificación de las áreas de trabajo de prevención e intervención. La premisa detrás de dicho análisis es que diferentes tipos de violencia están conectados y comparten riesgos, causas y consecuencias (CDC, 2020).

Para el ámbito de la prevención del delito, Tanner-Smith, Wilson y Lipsey (2019) secundan dichas premisas y sistematizan los resultados de diferentes teorías e investigaciones sobre las trayectorias de conductas delictivas. Diferencian entre factores de riesgo causales y predictivos de acuerdo fundamentalmente a estudios longitudinales y, tomando como referencia la prevalencia de dichos factores, enfatizan cinco dominios de un modelo ecológico de prevención del delito: individual, familiar, de pares, escolar y comunitario.

En términos generales, en el ámbito de la prevención se puede considerar que los factores de riesgo son aquellos establecidos por la evidencia científica que incrementan la probabilidad de que una persona cometa un delito o sea víctima del mismo. Los factores protectores o de protección son aquellos señalados por la evidencia científica, que pueden disminuir las probabilidades de comportamientos agresivos y violentos que deriven en delitos o que las personas experimenten delitos, así como aquellos que incrementen su capacidad de resiliencia cuando enfrentan factores de riesgo (elaboración ex profeso con fines didácticos, Martínez-Solares, 2020).

Con base en el modelo ecológico de desarrollo humano (OPS, 2003; WHO, 2020) los factores de riesgo pueden agruparse, definirse e identificarse de la siguiente manera: 

(c) Epidemiología y violencia

Este enfoque propone que para la caracterización y prevención de la violencia se debe realizar un análisis sistemático, científico y multidisciplinario, sobre la base de la información, el seguimiento e la investigación constantes (Concha-Eastman, Guerrero, 1999).

La epidemiología usa los datos para orientar las decisiones de los gobiernos, de tal forma que identifiquen e implementen políticas y programas efectivos destinados a prevenir conductas violentas, lesiones y muertes, a través de enfoques integrales. Para ello, estipula la frecuencia, distribución, determinantes e impactos de la violencia a través de procesos de análisis que dan respuestas a cuatro preguntas: (a) ¿cuál es el problema?; (b) ¿cuáles son las causas?; (c) ¿qué funciona en prevención y para quién?; (d) ¿qué programas son escalables?. Esto es, definir el problema y recolectar datos; realizar un diagnóstico; diseñar, desarrollar y implementar intervenciones concretas; y analizar y evaluar los impactos.

La aproximación teórica de Tonry y Farrington

Diversos autores en criminología, epidemiología, derecho, sociología, y otras disciplinas, han desarrollado sus propias clasificaciones, tipologías y modelos interpretativos sobre la prevención del delito (Crawford, 1998; Arriagada y Godoy, 2000; Guerrero, 1998). Tonry y Farrington (1995) distinguen lo que denominan enfoques estratégicos de las diferentes formas de intervención y los agrupan en cuatro rubros: la aplicación de la ley, la prevención de desarrollo temprano (Adam Crawfort diferencia entre prevención basada en el desarrollo y prevención enfocada en el desarrollo temprano. (Crawford y Evans, 2012), la prevención comunitaria y la prevención situacional. 

Esta clasificación será analizada más adelante.

Los estándares internacionales

Las Directrices de las Naciones Unidas consideran cuatro categorías principales de los diferentes tipos de prevención del delito, de acuerdo a las medidas e intervenciones preventivas que han sido evaluadas. Éstas son la prevención del delito mediante el desarrollo social o prevención social, de base local o comunitaria, de situaciones propicias al delito o situacional y la enfocada en programas de reinserción social (CES, 2002; ONUDD, 2011).

Las clasificaciones mencionadas, como muchas otras, son esfuerzos teóricos para entender y agrupar los diferente esfuerzos preventivos y ofrecer recursos a los tomadores de decisiones o implementadores sobre cuáles podrían ser los efectos y alcances de los programas que emprendan.

 

Niveles y tipo de prevención con base en las tres clasificaciones revisadas por este Módulo. Elaboración ex profeso con fines didácticos (CES, 2002; OMS, 2002; Tonry y Farrington, 1995; ONUDD, 2011). Algunos programas, como los de terapia cognitiva, han sido aplicados desde la prevención social, comunitaria y de reinserción social, lo que les ubica en diferentes tipos de prevención. Martínez-Solares, 2020.

Cualquiera de las tipologías y los modelos, incluidas las propuestas, sugieren límites mucho más rígidos de lo que son en la práctica. Varias de las clasificaciones cuentan con similitudes y se superponen (por ejemplo, la prevención del delito comunitaria y basada en el desarrollo). La literatura que se centra en un solo enfoque puede dar la impresión de que funcionan de forma aislada, pero esto no sucede en la práctica. En cualquier escenario es probable que varias formas de prevención del delito operen de manera simultánea. Por ejemplo, pueden implementarse medidas de seguridad para evitar el robo de vehículos de motor (prevención situacional), a la vez que las organizaciones comunitarias trabajan con jóvenes en situación de riesgo para alentarles a asistir a la escuela. De manera paralela, pueden ofrecerse programas para ayudar a padres primerizos a desarrollar su confianza y las habilidades necesarias para criar a niños sanos y, por supuesto, es probable que diversas actividades policiales busquen también combatir los problemas delictivos locales y regionales.   

Otra complicación adicional sobre cualquier conceptualización única de la prevención es la gran gama de delitos que pueden cometerse y, por lo tanto, prevenirse. Mientras que los considerados «comunes», como agresión, robo, asalto y daño a la propiedad, por ejemplo, presentan pocos desafíos conceptuales a la literatura vigente, la prevención de delitos económicos y de corrupción, trata de personas y tráfico de inmigrantes, delitos cibernéticos, lavado de activos, producción y tráfico de drogas, terrorismo y otros muchos tipos emergentes o complejos a escala interjurisdiccional, ponen a prueba el poder explicativo de las definiciones propuestas y sus tipologías. 

La idea de plantear dichas confrontaciones está sólo en subrayar que, en la práctica, los distintos enfoques sobre la prevención del delito funcionan de forma simultánea y que existen auténticos desafíos para poder identificar los ámbitos cubiertos por este concepto. Profundizar al respecto no es el propósito del presente Módulo.  

 
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