Este módulo es un recurso para los catedráticos 

 

Efectos del terrorismo: una perspectiva desde el trauma y la victimología

 

Antes de considerar los marcos jurídicos aplicables y algunas de las cuestiones clave recurrentes para las víctimas de atentados terroristas, es importante identificar algunos de los efectos que las violaciones y los traumas resultantes pueden tener en las propias víctimas. Algunas veces, en el contexto de la lucha contra el terrorismo, tales factores no siempre son tan importantes como deberían ser, aun cuando uno de los objetivos principales del Estado de derecho en la lucha contra el terrorismo es básicamente evitar la victimización. Sin embargo, con el fin de que las víctimas tengan pleno acceso a la justicia, es primordial comprender el daño que han sufrido y las necesidades que surgen debido a ese daño.

Los impactos identificados en esta sección no pretenden representar las experiencias específicas de todos los sobrevivientes de actos terroristas, sino que son la descripción de una serie de respuestas que los sobrevivientes pueden experimentar. Las respuestas traumáticas cambian de persona a persona y pueden verse influenciadas por distintos factores, entre ellos la edad y el género del sobreviviente, así como sus afiliaciones políticas, religiosas o culturales (Bake, 1992, pág. 83; Spiric et al., 2010, págs. 411-412). Además, el contexto sociopolítico y cultural en el que ocurre el trauma determinará la manera en la que los sobrevivientes interpretan y responden a sus experiencias (Aroche y Coello, 2004, pág. 56). Estos factores se discuten con mayor profundidad en el contexto de la interrelación entre los traumas individuales y sociales, y se demuestran mediante un caso de estudio sobre el uso de la tortura. 

Los posibles efectos en las víctimas del terrorismo pueden ser múltiples y devastadores y se pueden experimentar en distintos niveles interrelacionados, ya sea individual, colectiva y socialmente.Desde una perspectiva victimológica, existen tres círculos de victimización personal que se determinan de acuerdo con su proximidad a la víctima directa:«la victimización primaria o de primer orden es aquella que experimentan las personas que sufren un daño de manera directa, ya sea una lesión, una pérdida o una muerte; la victimización secundaria o de segundo orden es aquella que experimentan los familiares, parientes o amigos de las víctimas primarias y la victimización terciaria o de tercer orden es aquella que experimentan las personas que observan la victimización, o que están expuestas a ella a través de la cobertura televisiva o radial de la victimización, o aquellas personas que ayudan o atienden a las víctimas» (Erez, 2006, pág. 20).(cursivas añadidas).

A diferencia de los efectos de una lesión por accidente o de una enfermedad, la investigación sobre los efectos del delito ha resaltado los efectos mentales, psicológicos y sociales, a diferencia de los efectos físicos o financieros. Esto se atribuye al hecho de que el delito es «cualitativamente diferente a ser la víctima de un accidente o de una enfermedad, ya que el delito involucra a una persona que te hace daño deliberada o imprudentemente» (Shapland y Hall, 2007, pág. 178). En aras de la exhaustividad, aquí se destacan las posibles consecuencias tanto físicas como psicológicas del terrorismo. (Consulte, por ejemplo, Asamblea General, informe 19/38 del Consejo de Derechos Humanos, párr. 4). 

El trauma y el individuo

Las consecuencias físicas de las violaciones y de los actos relacionados con el terrorismo pueden incluir huesos rotos, lesiones a los tejidos blandos, discapacidad, dolores crónicos a largo plazo y trastornos sensoriales. Las víctimas pueden experimentar síntomas físicos, como complicaciones respiratorias y cardiovasculares, problemas intestinales o urológicos y dolor en los genitales (IRCT, 2009(a), parte C, secciones I, II y VI). Las víctimas también pueden sufrir síntomas somáticos, que pueden incluir dolores de cabeza y espalda (Hoge, 2007). Cuando los abusos han incluido abuso sexual u otras formas de violencia sexual, los sobrevivientes también pueden experimentar hemorragias ginecológicas, rectales e internas (Tompkins, 1995, pág. 857). Las consecuencias médicas pueden incluir el contagio de enfermedades de transmisión sexual, entre ellas el VIH y otras infecciones crónicas, el cáncer de cuello uterino (directamente vinculado al VPH o infección por virus del papiloma humano, consulte Ghoborah, Huth y Russet, págs. 198-199), fístulas, embarazos, abortos espontáneos, dolor de garganta y problemas de fertilidad, junto con síntomas somáticos como el dolor pélvico crónico y el desequilibrio hormonal (Ingeborg, 2005, págs. 73-75; Bell, 2005, pág. 117; Clifford, 2008).

A nivel psicológico, el trauma puede ocasionar «una metamorfosis de la psiquis... la descomposición mental y el colapso» (Vinar, 2005, pág. 313). Esto, a su vez, puede afectar la conciencia de sí mismo que tiene el sobreviviente (Kira, 2002, pág. 54), lo cual produce una desorientación de la identidad y desencadena básicamente «la destrucción de la identidad propia de cada persona» (Rauchfleisch, 1996, como se cita en Hárdi y Kroó, 2011, pág. 133). Los traumas generados por el hombre, como aquellos relacionados con el terrorismo, pueden acabar con las creencias esenciales de una persona, entre ellas la creencia de que el mundo es un lugar en sí («el dilema existencial») (Herlihy y Turner, 2006, pág. 84; Ramsay, Grost-Unsworth y Turner, 1993, pág. 55), la creencia de que los otros son personas amables y confiables y la creencia en la inviolabilidad de uno mismo (IRCT, 2009(b), págs. 6-7; Agger, 1992, pág. 13). Los sobrevivientes de los actos terroristas como la toma de rehenes, el secuestro o el rapto, pueden experimentar miedo, conmoción, ansiedad, vergüenza, remordimiento y culpa, ira, hostilidad, rabia y resentimiento (Schmid, 2006, pág. 7) junto con un sentimiento de impotencia y desamparo. Los sobrevivientes también pueden sufrir dolor causado por la pérdida de otras personas y de uno mismo, ansiedad y depresión (incluso ideas suicidas), el entumecimiento emocional y dificultades para recordar (Brewin, 2007, págs. 227-228; Duke et al., 2008, págs. 310-320; Smith y Patel, 2008). Algunas víctimas también pueden experimentar trastorno por estrés postraumático (TEPT). Este trastorno en combinación con los síntomas de la depresión también puede incluir fenómenos intrusivos como los recuerdos recurrentes o las pesadillas, los cuales pueden continuar por meses o años (Shapland y Hall, 2007, pág. 178).

Mientras que el TEPT es, en particular, uno de los trastornos de salud mental diagnosticados con más frecuencia en los sobrevivientes de atrocidades, el diagnóstico en sí es controversial según algunos profesionales médicos y existe un desacuerdo en cuanto a su aplicabilidad intercultural (Hárdi y Kroó, 2011, pág. 136; Becker, 2003; OHCHR Professional Training Series Núm. 8/Rev.1, párr. 237). Otros critican el diagnóstico porque no refleja el contexto político, social o cultural del abuso sufrido por las víctimas (Herman, 1997, págs. 118-120; Aroche y Coello, 2004) así como por la limitada lista de síntomas que incluye el diagnóstico y su aparente incapacidad para incluir y reflejar la sintomatología completa del sobreviviente (Silove, 1999, pág. 201; Hárdi y Kroó, 2011). Sin embargo, para otros profesionales médicos, el TEPT es una medicalización de lo que ellos entienden como una respuesta natural ante una experiencia profundamente traumática (Becker, 2003).

Las investigaciones realizadas sobre los efectos de los atentados terroristas en las víctimas han revelado que los actos de violencia terrorista suelen ocasionar que un elevado número de víctimas se vean significativamente afectadas, es decir, que ellos suelen ser los más afectados debido a la magnitud de los efectos. Por ejemplo, «una evaluación psiquiátrica longitudinal realizada a 32 víctimas de un atentado con bomba que sucedió en el metro de París en diciembre de 1996 demostró que el 39 % de las víctimas tenía TEPT seis meses después del atentado y que el 25 % todavía tenía TEPT a los 32 meses del atentado» (Shapland y Hall, 2007, pág. 200, citando a Jehel, 2003). Asimismo, un estudio realizado por Bleich et al. sobre las respuestas de las víctimas del terrorismo en Israel reportó que más de tres cuartas partes (77 %) de las personas que respondieron preguntas sobre el daño emocional tuvo al menos algunos síntomas de estrés traumático. Asimismo, al menos una décima parte (9,4 %) tuvo estrés agudo y más de la mitad (59 %) informó tener sentimientos de depresión en dicho grupo. Se determinó que el nivel de exposición y el riesgo objetivo de un atentado no estaban relacionados con el estrés (Erez, 2006, pág. 93). Una de las explicaciones para esto es que cualquier víctima de un delito puede sufrir efectos indirectos como respuesta al delito. Esta respuesta involucra «cambios en la percepción del riesgo de una futura victimización» (Shapland y Hall, 2007, pág. 178). Tal y como Schmid señaló, «el grado de terror, así como la resiliencia de la persona sobreviviente desempeñan un papel [en el grado de los síntomas experimentados como resultado de atentados terroristas» (Schmid, 2006, p. 7).

Cuando el abuso ha incluido alguna forma de violencia sexual, los sobrevivientes también pueden experimentar disfunción sexual, miedo a la intimidad, odio a sí mismos y rechazo a su propio cuerpo, lo cual a su vez puede provocar una conducta de autolesión (Yohani y Hagen, 2010, págs. 208-209). 

Cuando las lesiones y los abusos se cometieron en un escenario de conflicto en curso, o en un lugar en el que existe inseguridad o destrucción de la infraestructura de salud, se pueden exacerbar los síntomas físicos y psicológicos debido a las prevalentes condiciones insalubres y la falta de acceso a los servicios médicos o a los medicamentos necesarios. En el caso de los sobrevivientes de abuso sexual, puede que las necesidades médicas no se informen debido a la vergüenza y al miedo de una estigmatización social (Andrews, Qian y Valentine, 2002, como se informó en Bogner, Herlihy y Brewin, 2007), lo que pone a los sobrevivientes en riesgo de sufrir más lesiones o llegar a la muerte debido a prácticas de aborto peligrosas y en condiciones insalubres, infecciones e ideas suicidas. 

El trauma y la sociedad

Además del impacto psicológico a nivel individual de las violaciones que están relacionadas con el terrorismo, las sociedades afectadas pueden sufrir traumas colectivos, lo que sucede en especial cuando los atentados se dirigen en contra de un grupo o comunidad específica. (Consulte Alexander, 2012, quien investiga el desarrollo de los traumas sociales y culturales; también consulte Weine, 1998, pág. 1721). En tal situación, el sentimiento de identidad del grupo en cuestión y la lealtad se intensifican (Aroche y Coello, 2004, pág. 56), lo cual ocasiona solidaridad colectiva, identidad y apoyo mutuo (Modvig y Jaranson, 2004, pág. 37). Debido a que la lealtad se intensifica cuando el grupo o los miembros del grupo son atacados, ellos pueden experimentar síntomas de traumas psicológicos de manera colectiva (De Jong, 2004, pág. 165 y 168). 

Las manifestaciones del trauma a nivel social pueden incluir diversas formas de disfunción comunitaria. Los abusos tales como la tortura y la violencia por motivos étnicos pueden provocar «un orden que se basa en la inminente amenaza, el miedo, el terror y la inhibición,... un estado de inseguridad generalizada, terror, falta de confianza y la ruptura de las relaciones sociales» (Lecic y Bakalic, 2004, pág. 97; Kira, 2002; IRCT, 2009(a)). Las sociedades que han presenciado la perpetración de atrocidades, como las violaciones sexuales durante las guerras y otras formas de violencia contra una comunidad o los miembros de una familia, pueden experimentar traumas graves (Hagen y Yohani, 2010, pág. 19). Colectivamente, las comunidades entran en un estado de conmoción, el cual se agrava debido a dolor que provoca la pérdida de la víctima ya sea por su muerte, el impacto físico y psicológico debilitante de la violación, o, en caso de haber sufrido abuso sexual, el rechazo de la familia y la comunidad (Yohani y Hagen, 2010, págs. 208 y 214; Hagen y Yohani, 2010, pág. 19). 

El vínculo entre el trauma individual y social

Mientras que la perpetración de atrocidades puede provocar traumas a nivel individual y social, la respectiva naturaleza del trauma individual y colectivo puede variar. Las reacciones individuales y colectivas al trauma pueden estar influenciadas por factores como cuál es el blanco de los abusos y cuál es la duración o la intensidad de los factores de estrés. Estos factores, a su vez, afectan el nivel de riesgo que corre la vida de una persona, es decir, el análisis del riesgo de sobrevivir al suceso y, por tanto, la respuesta al trauma. En particular, es más probable que las violaciones individuales representen una amenaza inminente de muerte en comparación con un factor de estrés represivo, crónico y a largo plazo que tiene como objetivo una comunidad determinada (Modvig y Jaranson, 2004, pág. 37). Es necesario resaltar que, si bien se reconoce que un conflicto masivo o una persistente amenaza de atentado terrorista tiene un impacto psicológico generalizado en la sociedad, sus efectos no necesariamente serán uniformes, sino que dependerán de la medida en la que los grupos específicos se hayan visto afectados (Aroche y Coello, 2004, pág. 57). 

Sin embargo, lejos de conceptualizarse por separado, las formas individuales y sociales de trauma se interpretan como respuestas al trauma interconectadas e interdependientes. Las violaciones flagrantes de los derechos humanos no solo afectan al individuo, es decir al individuo en sí mismo, sino también afectan al individuo como miembro de una comunidad o de una sociedad, en términos más generales. En particular, la lealtad o afiliación comunitaria o social como dimensiones de la identidad social y cultural forman parte del sistema de identidad personal de cada persona. La literatura médica describe que los traumas se superponen, lo que refleja hasta cierto punto los círculos de victimización mencionados anteriormente, de tal manera que un individuo, como parte de un grupo en particular o, de manera más amplia, de una sociedad puede experimentar la primera fase del proceso de trauma con la aparición o el aumento de la represión o persecución grupal. Además, esta fase puede incluir elementos de cambio social y político. El periodo durante el que un individuo personalmente se vuelve una víctima de violaciones graves de los derechos humanos marca la segunda fase en el proceso de trauma. Una tercera fase, caracterizada por el distanciamiento y el exilio, surge cuando la víctima es forzada a huir de su hogar para evitar la amenaza de sufrir algún daño (van der Veer, 1998, pág. 5). Además, la respuesta social al trauma individual y colectivo tiene un impacto significativo en la rehabilitación de los sobrevivientes. 

El impacto combinado de estos elementos se puede explicar a través del ejemplo de la tortura. La cuestión de la violencia sexual relacionada con los conflictos se discute por separado más adelante en el módulo. Asimismo, se explica la interrelación entre los aspectos individuales y colectivos del trauma.

La tortura y el trauma social

A pesar de que la tortura es un acto perpetrado contra un individuo, sus efectos se experimentan en un nivel social más amplio, de tal modo que la tortura representa una amenaza para la comunidad en general y sus sistemas de valores, ya sea de forma implícita o explícita. 

Por ejemplo, el Manual para la investigación y documentación eficaces de la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes de la ACNUDH de 1999 (el Protocolo de Estambul)* menciona que 

«al deshumanizar y quebrar la voluntad de sus víctimas, el torturador sienta precedentes aterrorizadores para todos aquellos que después se pongan en contacto con la víctima. De esta forma, la tortura puede quebrar o dañar la voluntad y la coherencia de comunidades enteras». (párr. 235). 

Este amplio efecto se reconoce y se refleja en las definiciones jurídicas del término, que incluyen la intimidación y la coerción de un tercero como una característica subyacente e intencional del acto. La tortura contra las personas se emplea, por lo tanto, para ejercer control sobre las comunidades, los grupos sociales o, de manera más general, las sociedades con el fin de ocasionar respuestas de miedo, inhibición, impotencia y conformidad dentro de la sociedad o la comunidad afectada. (Consulte el Módulo 9 sobre la tortura en general).

* Naciones Unidas, ACNUDH (2004). Protocolo de Estambul, Manual para la investigación y documentación eficaces de la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes. Professional Training Series Núm. 8/Rev.1. Ginebra.
 

Un impacto más amplio en los derechos humanos

Las víctimas afectadas, ya sea de forma directa o indirecta, pueden sufrir efectos sociales que «involucran cambios en el estilo de vida de la víctima, por lo general con el fin de evitar la situación o el contexto en el que sucedió el delito. Los efectos sociales son bastante disruptivos para el estilo de vida de la víctima y puede afectar su capacidad de generar ingresos» (Shapland y Hall, 2007, pág. 178). Los traumas también pueden «afectar el rol de padre, esposa, empleado, empleador, ciudadano, etc.» (Baker, 1992, pág. 86), lo que genera un deterioro en su funcionamiento social, educativo y ocupacional (IRCT, 2009(a), pág. 7). Esta situación, a su vez, conduce al aislamiento social y al retraimiento, así como afecta los aspectos sociales y culturales de la identidad personal (Kira, 2002).

Además, el terrorismo suele generar costos financieros que están directamente relacionados con el deseo de las personas de tomar más medidas para la prevención del delito. También puede haber efectos socioeconómicos más amplios relacionados con el terrorismo, como el cierre de las empresas que, por lo tanto, provoca un aumento de la pobreza y del desempleo. A su vez, como resultado del aumento de los niveles de pobreza y de desempleo, un estudio vinculó estos elementos con el aumento de los delitos contra la propiedad. En un ambiente de violencia política como el que refuerza el terrorismo, también puede provocar un aumento de la violencia en la sociedad afectada (Erez, 2006, pág. 93). Las investigaciones han documentado con más detalle el poderoso efecto que tienen los medios para inducir a la ansiedad cuando informan sobre los sucesos traumáticos, como los atentados terroristas que, a su vez, tienen un efecto psicológico adverso en los miembros de la población en general. Las circunstancias graves como la amenaza activa del terrorismo «tiende a aumentar la prevalencia y, tal vez, cambiar el impacto de la victimización» (Shapland y Hall, 2007, pág. 199). 

Además, existen muchas otras maneras en las que las actividades y amenazas terroristas pueden tener un mayor impacto en la vida de una persona y la comunidad, lo que perjudica e impide que gocen de sus derechos económicos, sociales y culturales. A continuación, se examinan algunos de los derechos principales.

 
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