Este módulo es un recurso para los catedráticos 

 

El papel, los riesgos y los desafíos de las OSC que luchan contra la corrupción

 

A partir de finales del siglo XVIII, la sociedad civil ha sido concebida como separada de las instituciones estatales. Las OSC llegaron a ser vistas como un medio de defensa contra el despotismo y otros posibles abusos por parte de los líderes políticos (Bratton, 1994; Spurk, 2010). En los últimos 20 años, "gracias al desarrollo de nuevas tecnologías de comunicación, especialmente Internet, las OSC se han vuelto cada vez más globales y se han convertido en un nuevo agente de regulación tanto a nivel nacional (o regional) como global" (Desse, 2012). Las OSC juegan un papel cada vez más importante en los asuntos económicos, sociales y ambientales y tienen una influencia cada vez mayor en los asuntos de gobernanza global (Desse, 2012).

Hay diferentes roles que las OSC, así como la academia, pueden jugar en los esfuerzos contra la corrupción. Kamstra (2017) concibe esto como un rol educativo, un rol comunicativo, un rol representativo y un rol cooperativo, enfatizando el hecho de que las OSC no operan como entidades monolíticas u homogéneas. Más concretamente, los roles anticorrupción de las OSC incluyen educación, investigación, monitorización, sensibilización, defensa, movilización y organización, y la promoción de procesos privados cuando sea posible. En este QoG working paper de Marcia Grimes (2008) se analizan casos de estudio específicos de Indonesia, India, Brasil y Argentina, donde las OSC lograron exponer y combatir la corrupción.

Al igual que los medios de comunicación, las OSC pueden obligar a los funcionarios a rendir cuentas y presionar al Estado para que tome las medidas necesarias contra la corrupción. Algunas OSC, como Global Integrity y Organized Crime and Corruption Reporting Project (OCCRP), fueron fundadas por periodistas de investigación que buscaban una salida adicional para abordar los problemas de corrupción. Otras OSC, como la ONG Transparency International se han convertido en un punto de referencia para académicos y activistas de la corrupción en todos los continentes. Transparencia Internacional no está estructurada centralmente, pero con capítulos nacionales ubicados en muchos países, representa un tipo ideal de red para un movimiento social organizado en torno a una colección de actores autónomos e independientes unificados por un objetivo común contra la corrupción (De Sousa, 2005).

Al mismo tiempo, las OSC y las personas involucradas en la lucha contra la corrupción enfrentan el riesgo de ser hostigadas, perjudicadas y comprometidas por poderosas élites. Según Essoungou (2014), por ejemplo, el personal de las OSC en Nigeria a menudo es "cazado" por funcionarios corruptos y se les ofrecen puestos lucrativos en el gobierno, mientras que las OSC en el Congo y Uganda a menudo enfrentan hostigamiento policial o judicial. Otros desafíos, elaborados por VanDyck (2017), incluyen la sostenibilidad a largo plazo y la financiación. En algunos casos, las propias OSC se corrompen. Los escándalos de corrupción que involucran a OSC han ocurrido en muchos países, por ejemplo, Finlandia, Honduras, Nigeria, Estados Unidos y otros (Smith, 2010; Trivunovic, 2011).

Un desafío adicional para la participación exitosa de las OSC es el uso de éstas como instrumento político. Esto puede ocurrir, por ejemplo, cuando un funcionario público o miembro del gobierno, o un pariente, dirige una OSC anticorrupción. En tales casos, surge un serio conflicto de intereses. Entonces es cuestionable si la OSC actúa en el mejor interés público. Además, si la mayoría de las OSC en un país determinado son administradas o son poseídas de una manera similar, entonces, en lugar de tomar las medidas necesarias para pedir cuentas a los funcionarios o presionar al Estado para que implemente reformas y aumente la transparencia, las OSC podrían hacer lo contrario y de hecho contribuir a una mayor corrupción.

Otro desafío es que la participación de las OSC a veces puede ser impulsada por enfoques de arriba hacia abajo y con una talla única. Esto se debe a que la mayoría de los proyectos de la sociedad civil están financiados por programas de ayuda externa y, para atraer el apoyo de los donantes, las OSC a menudo adoptan una amplia gama de causas valiosas con una agenda abierta contra la corrupción, que fluye de proyectos anteriores financiados por el mismo donante. Según algunos observadores, menos de la mitad de los proyectos de la sociedad civil en Europa del Este llevados a cabo en el período 2000-2010 fueron diseñados localmente (Mungiu-Pippidi 2010). El resto fue adoptado o importado de otros países, y casi todos fueron financiados por donantes internacionales y fundaciones privadas. Tales proyectos son a menudo demasiado generales para conectarse genuinamente con la vida cotidiana y los problemas de los ciudadanos. Además, no brindan a los ciudadanos razones inmediatas y concretas para involucrarse (por ejemplo, con el propósito de mejorar las instalaciones y los servicios públicos, o para reducir la explotación policial) y en su lugar se justifican en términos generales, como el de proporcionar una "mejor gobernanza" o "una mejor sociedad para todos". Un riesgo crucial aquí es que, en lugar de reducir la corrupción, estos proyectos podrían socavar la confianza de los ciudadanos en todo el sector de la sociedad civil (Mungiu-Pippidi 2010).

Un problema adicional relacionado con el financiamiento externo de las actividades de la sociedad civil es que las OSC podrían crearse para promover u ocultar esquemas de corrupción. En algunos casos, las OSC podrían usarse solo para aprovechar la ayuda extranjera o para satisfacer las demandas de los donantes de que una organización de la sociedad civil participe en la gestión de los fondos (Themudo, 2012). Basándose en casos de Afganistán y algunos países de Europa del Este, Chayes (2015) argumenta que este es un escenario común en los países en transición que están en proceso de construir una democracia. Los donantes internacionales se sienten atraídos por los "activistas autopromocionales" locales que son muy persuasivos en los prometedores resultados que los donantes esperan escuchar. Sin embargo, el objetivo real de estos activistas locales no siempre es fortalecer la democracia, sino más bien capturar fondos. Por esta razón, en algunos países involucrados en conflictos o en fases posteriores a los conflictos, los ciudadanos han perdido la confianza en los programas de financiación internacional, especialmente aquellos que tienen como objetivo promover la buena gobernanza y reducir la corrupción (Chayes, 2015).

Todos estos riesgos y desafíos deben ser considerados por los actores de la sociedad civil al planificar actividades para mejorar la participación ciudadana en la lucha contra la corrupción. Además, para ser efectivos, todos los esfuerzos contra la corrupción de la sociedad civil deben adaptarse al contexto local de la sociedad dada.

 
 Siguinte:  El papel de los medios de comunicación en la lucha contra la corrupción
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